Poetas de Cementerio

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El cementerio y la muerte son motivo de periódica contingencia en nuestra poesía. Poetas de Cementerio, se les llamó en Inglaterra a los cultores de tan especiales composiciones. Hoy, con motivo de la cercanía de la festividad de Todos los Santos, traemos una pequeña muestra de poetas nuestros, que sin ser precisamente cultores exclusivos de esta temática, no han dudado en expresarla en muchas de sus creaciones.

El año 1898, el poeta William Macneile acuñó el término “poetas de cementerio”, para definir a un grupo de escritores ingleses considerados prerrománticos y precursores del género gótico, cuya obra tuvo lugar en la medianía del siglo XVIII.
Se les conoció como “los poetas muertos” y según sus biógrafos, se caracterizaron por la inclusión recurrente de meditaciones sombrías que hablaban sobre la mortalidad, pues reproducían expresiones vinculadas a la muerte, usando palabras alusivas como ataúd, cadáver, huesos, epitafio y cualquier otra mención que hiciera referencia a temas relacionados con los cementerios.

Si bien es cierto, este estilo no ha prosperado directamente en nuestro país, una diversidad de poetas han volcado sus escritos en poemas en que la alusión a la muerte, al nicho postrero,  a la tumba fría, es algo, si no recurrente, una poesía que han laborado  más de una vez.

Gabriela Mistral

Recordemos que Gabriela Mistral conquistó su primera corona de laureles con sus “Sonetos de la Muerte”, que le permtieron ganar los juegos florales de 1914. Esos versos, que han recorrido el mundo en sus libros, a la par que tristes, reflejan la desesperanza por la pérdida del ser amado:

Del nicho helado En que los hombres te pusieron
te bajaré a la tierra triste y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron
y que hemos de soñar sobre la misma almohada…
  

Poeta Pablo Neruda

Pablo Neruda, no estuvo exento de taladrar también en el ópalo de la muerte y si su “Poema Veinte” es un huerto de tristeza y decepción, en “Sólo la Muerte”, entra de lleno a lidiar con el huso del panteonero en versos llenos de solemnidades, usuales de ese personaje que siempre imáginamos, tenebroso, oscuro y frio:

Hay cementerios solos
Tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro
como un naufragio hacia adentro nos morimos
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma…

Nicanor Parra


Nicanor Parra tenía casa en Las Cruces, un pueblito costero cercano a Cartagena, que según algunos estudiosos habría recibido ese nombre luego de un naufragio, en el que resultaron tres muertos, por lo que el lugar fue señalado con tres cruces. No sabemos si al poeta le gustó el balneario por sus días soleados o por el nombre vinculado a la muerte; No obstante, es bueno recordar que también nos dejó poemas alusivos a los cementerios y al viaje sin retorno:

En el cementerio
Este es el cementerio
Ve como van llegando las carrozas?
En Santiago de Chile
nosotoros tenemos dos cementerios…

La mano del joven muerto
Esta mano que ayer cortó una rosa
y esta rosa cortada en una mano,
esta que aún dormida estoy mirando
y esta que aún despierta no se borra

Carlos Pezoa Véliz

Poeta Carlos Pezoa Véliz
Carlos Pezoa Véliz

Otro poeta celebre que incursionó también en esta área, al parecer un tanto prohibida, pero que es frecuentada muchas  veces por el común de los poetas fue Carlos Pezoa Véliz, quien murió tempranamente, antes de cumplir los 30, allá por 1908. Fue un poeta sencillo, que supo representar en su poesía el sentimiento humano, doloroso, situación que le  ha permitido permanecer entre los poetas de elite de nuestro país. Reproduciremos estrofas de dos de sus poemas:

Nada  
Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven, rubio y flaco sucio y mal vestido;
siempre cabizbajo… Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto…

Entierro en el campo
Con un cadáver a cuestas,
camino del cementerio,
meditabundos avanzan
los pobres angarilleros…

Selva Saavedra

Hace poco me han regalado un libro de la poetisa Selva Saavedra, una mujer de muchas condiciones literarias, que según me han contado, pidió ser enterrada bajo un sillar de piedra, para que el pasto no invadiera su tumba. Ella también enfiló su velero poético por los toscos caminos que simbolizan el más allá y escribió “Miedo a la Muerte”? No obstante en esta oportunidad presentaremos una estrofa que a fuer de tristeza evoca la figura paterna:

A mi Padre
Yo le bajé los párpados helados
y le crucé las manos sobre el pecho
en la eterna quietud, mi muerto amado
parecía dormido sobre el lecho…

Como vemos, la poesía tiene distintas expresiones. Hoy hemos mostrado una de ellas, quizás llamativa, quizás un poco chocante, pero que nos habla de una realidad que muchas veces eludimos, en consecuencia que debiera ser algo normal, pues la vida es sólo un preludio del ayer y el futuro de todos es la inevitable, injusta y vengativa guadaña de la muerte.

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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