Gabriela Mistral y los Juegos Florales de 1914

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Gaby

Pocos saben que la creación de los Juegos Florales nació de la idea de siete burgueses de Toulouse, con el fin de “ensalzar el amor espiritual, puro y honesto”, quiénes en 1323, plena Edad Media, fundaron el Consistoire de la Gale Science, academia literaria con ambiciosos proyectos. Entre ellos había dos cambistas (banqueros), un notario y dos mercaderes, quienes comenzaron a escribir a los lugares donde se conocía la existencia de trovadores, exponiendo el propósito de reunirse el 1° de mayo de 1324, ocasión en que se efectuaría una suerte de torneo poético, premiando al mejor con una violeta de oro fino, precisando además que el talento sería el único mérito para lograr tal galardón.

Tres días duró la fiesta, según estaba previsto, siendo Arnaut Vidal el ganador de la violeta de oro.

Algunos años más tarde, en 1356, se promulgaron las leys d’amors, reglas que tendían a mejorar la organización de los Juegos Florales. Se estableció allí que no se podía premiar a una mujer sino era culta y de vida recatada, ni tampoco a judíos, musulmanes o excomulgados, a farsantes o blasfemos, ni a perjuros o herejes.

Desde entonces se resolvió conceder los siguientes premios:

Mejor poesía o canción: la violeta de oro (viola d’or)

Mejor danza, la caléndula de plata fina

Mejor serventesio, pastorcilla o serranilla, la englantina de plata.

Quien hubiere ganado el primer premio, luego de un examen, podía alcanzar el título de Maestro en la Ciencia Sutil (Mestre en gai saber), si lograba tres premios podía doctorarse, debiendo someterse para ello a un debate público y responder las preguntas que se le formularan.

La reina de las fiestas y su corte

Las fiestas eran presididas por una doncella Reina de la Fiesta, sentada en su trono y  acompañada de sus damas de honor; no obstante, el poeta ganador de la “Flor Natural”, podía escoger para reina de la fiesta a una dama de su predilección.

Con los años estos términos fueron sufriendo variaciones, siendo el corso de flores y la velada bufa el centro de atracción, además generaron otro tipo de personajes como el “rey feo” y el “Poeta Laureado”, quienes hasta la fecha son parte importante de las Fiestas Primaverales en nuestro país.

La Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (1906-)

Con el nacimiento del siglo XX, se crearon las primeras federaciones de estudiantes universitarios de Latinoamérica. Ello incentivó a la celebración de congresos regionales, donde entidades estudiantiles que promovieron relaciones de colaboración y alianzas, permitiendo establecer modos de acción y objetivos comunes, siendo uno de los más relevantes la difusión de la cultura en espacios extrauniversitarios.

GM

En 1913 los representantes de las diversas universidades se reunieron en el Congreso de Estudiantes de Lima donde acordaron reconocer la Primavera como símbolo del poder de renovación social y cultural del movimiento. Dicha idea se materializó en la Fiesta de la Primavera, evento organizado anualmente por la Federación de Estudiantes de Chile y que fue reconocida, por sus contemporáneos, como el evento cultural más importante del país.

En un principio, esta fiesta estuvo compuesta por actividades circenses, deportivas y teatrales, que se caracterizaron por su masividad y transversalidad social. Si bien parte sus actividades, como las «Veladas Bufa», y la fiesta de coronación de la Reina de la Primavera como los carnavales y los llamados «desfiles históricos», desplegados en la Quinta Normal y el Parque Cousiño, extendieron su convocatoria a todos los actores y clases sociales. Estas reunieron sin exclusión, a estudiantes, organizaciones obreras, miembros de las Fuerzas Armadas y de la alta sociedad santiaguina. Este hecho fue ampliamente reportado por la prensa, quien destacó el «carácter nacional» de la Fiesta de la Primavera.

La masividad del evento se expresó, particularmente, en el desfile que daba término a la fiesta. Desplegado en la Alameda de las Delicias, era inaugurado por el Presidente de la República desde los balcones de La Moneda. Este desfile se componía de comparsas, murgas y carros alegóricos pertenecientes a diversas comitivas conformadas, entre otros, por estudiantes, organizaciones obreras y más tarde, Carabineros de Chile.

No obstante, los Juegos Florales de Santiago de 1914 fueron organizados por la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile, con sede en Santiago, entidad que llamó a participar a todos los poetas del país.

Se dice, qué por esa época, la poesía nacional comenzaba a recoger el legado modernista del ya desaparecido poeta Pedro Antonio González, adecuándolo con una nueva conciencia del lenguaje, situación que permitía a los poetas vislumbrar una nueva visión de mundo.

En esta conjunción de poetas de moderna temática, estaban incorporados Víctor Domingo Silva, el poeta de Tongoy, quien era el ídolo de la poesía de la época. A él se unían Carlos Mondaca, del Valle del Elqui y el serenense Manuel Magallanes Moure; además de una pléyade de jóvenes talentos, que años más tarde darían bríos a nuestra literatura, como Carlos Barella, Juan Guzmán Cruchaga, David Bari, Ángel Cruchaga Santa María, Carlos Prendes Saldías y el virtuoso del Creacionismo: Vicente Huidobro, de sólo 21 años.

Presidía la Sociedad de Artistas y Escritores Manuel Magallanes, quien fue también el encargado de presidir el jurado de los Juegos Florales de 1914. Le secundaron en esta aciaga labor el poeta Miguel Luis Rocuant y Armando Donoso, ensayista y crítico literario de muy buena reputación.

Dos trabajos se disputaron la “Flor Natural”. Fueron ellos una plegaria poética a la “Virgen María” y una remembraza, manifestada en tres escritos llamados: “Sonetos de la Muerte”.

No fue fácil al jurado encontrar al ganador. En opiniones divididas Rocuant estaba por la “plegaria”, en tanto Donoso, visionariamente veía una fuerza inusual en los sonetos dedicados a la muerte.

Al momento de fallar, fueron el voto de Manuel Magallanes, junto al de Donoso, quienes colocaron fin a la controversia, eligiendo como ganador los “Sonetos de la Muerte”.

Una vez abiertos los sobres, el “Primer Premio” no fue una sorpresa: el poema pertenecía a Julio Munizaga Ossandón, primo lejano de Magallanes Moure, quien ya estaba bastante bien situado en la lírica nacional, con publicaciones en diarios y revistas de la época.

Pero la máxima distinción, resultó ser una ganadora, quien se hizo acreedora a la “Flor Natural” y obedecía al seudónimo de “Gabriela Mistral”. Coterránea de Magallanes y Munizaga. Se trataba de Lucila Godoy Alcayaga, quien desde hacía algún tiempo firmaba sus versos en los diarios “Norte y Sur” y “El Diario ilustrado” con ese seudónimo.

Investigaciones posteriores señalan que Lucila Godoy había utilizado por primera vez el citado seudónimo En el periódico La Constitución de Ovalle del 10 de junio de 1908, al firmar bajo el nombre de “Gabriela Mistral” un poema denominado “Rimas”.

En el céntrico Teatro Santiago de la capital, la noche del 22 de diciembre de 1914 tuvo lugar la ceremonia de premiación de los Juegos Florales. Se dice que Gabriela no asistió, pero dicha afirmación no es exacta. Gabriela asistió, pero al momento de ser llamada a recibir su premio, se mantuvo oculta entre el numeroso público que llenaba las graderías.

Como al estilo de los primeros Juegos Florales, ella debía elegir a la reina de la fiesta. En su ausencia lo hizo Julio Munizaga Ossandón, quien eligió a María Letelier del Campo. Los “Sonetos de la Muerte”, fueron recitados por Víctor Domingo Silva, con todo el fragor poético que los versos acreditaban.

Naturalmente, este premio vino a sacar del anonimato a la joven provinciana, integrando sus trabajos a diarios capitalinos y a ser ya reconocida por la calidad de su prosa poética.

«Selva Lírica», profunda y profética

Paralelamente entre 1912 y 1917, el abogado y periodista Julio Molina Núñez y el periodista Juan Agustín Araya, con la colaboración del poeta Domingo Gómez Rojas, ponen en circulación la obra «Selva Lírica», que será un discutido libro sobre la poesía de la época. Desde personajes de la literatura a “simples verseadores”, este verdadero código literario, no pasa desapercibido. En sus 485 páginas, con tipografía de reducido tamaño, desfilan todos los poetas conocidos por sus publicaciones en diarios y revistas. Muchos no editados en libros, están acá incluso con sus fotografías.

De la treintena de autores seleccionados como Neolíricos, sólo dos mujeres son consideradas en esa lista de elite: Gabriela Mistral y Olga Azevedo. De ellos, años más tarde una decena recibirá el Premio Nacional de Literatura, reconocimiento que se instituyó en 1942 y que Gabriela recibiría en 1951, es decir seis años más tarde de la fecha en que se le otorgó el Premio Nobel de Literatura, el año 1945.

Respecto de Gabriela Mistral, en la Introducción de Molina Núñez, Selva Lírica señala:  Moldea sólidamente su poesía gloriosa, pletórica de energía y enciende los fuegos de un espiritualismo nuevo, dedicado como caricias maternales al niño dormido, vehemente como el impulso de su firme corazón de mujer; fuegos azules que la juventud intelectual de España empieza a divisar como un seguro presagio de que nuestra mejor poetisa será proclamada la primera del habla castellana de estos tiempos.

Estoy seguro de que cuando Molina Núñez redactó esta conjunción de palabras, se debe haber sentido como el más virtuoso pianista, que, con frenéticos golpes al teclado, en un arranque de futuras proyecciones, veía el futuro literario esplendoroso de quien mucho más tarde sería conocida como la «Divina Gabriela», cuya poesía llevaría su nombre por el mundo, como la más grande, tal como él lo dijera: la primera del habla castellana.   

      LOS SONETOS DE LA MUERTE

I

    Del nicho helado en que los hombres te pusieron,

te bajaré a la tierra humilde y soleada.

Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,

y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

    Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

    Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvareda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.

    Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,

¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna

bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

    Este largo cansancio se hará mayor un día,

y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir

arrastrando su masa por la rosada vía,

por donde van los hombres, contentos de vivir…

    Sentirás que a tu lado cavan briosamente,

que otra dormida llega a la quieta ciudad.

Esperaré que me hayan cubierto totalmente…

¡y después hablaremos por una eternidad!

    Sólo entonces sabrás el por qué no madura

para las hondas huesas tu carne todavía,

tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

    Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;

sabrás que en nuestra alianza signo de astros había

y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III

    Malas manos tomaron tu vida desde el día

en que, a una señal de astros, dejara su plantel

nevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él…

    Y yo dije al Señor: -«Por las sendas mortales

le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales

o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

    ¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.

Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor»

    Se detuvo la barca rosa de su vivir…

¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?

¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

…o0o…

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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