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De Seminarista a Tony de pistas Internacionales
Se llamaba Alberto Díaz Hidalgo, un nombre común, para un ciudadano común. Nada de especial, sólo que de lo profundo de su alma salían expresivos monólogos que con el correr del tiempo le llevarían a pintar su rostro con betunes de vibrante locuacidad, situación prodigiosa que repartida en sonrisas de matiné, vermut y noche, le permitirían viajar por las pistas circenses de Chile y del mundo.
En una vieja crónica del Mercurio, el escritor Antonio Acevedo Hernández recordaba los primeros pasos de Luis Alberto Díaz Hidalgo (pues así se llamaba este genio de la risa) “Yo fui quien lo sacó del Seminario de Santiago donde estudiaba para cura, allá por 1915, con algunos pioneros del teatro chileno, entre ellos Juan Tenorio y José Domingo Gómez Rojas, habíamos ido a hacer una presentación al Seminario. Representábamos unos pasos de comedia muy aburridos”. Fue ahí cuando alguien dio el dato a media voz: “que diga un monólogo el hermano Alberto…”
“Y el hermano Alberto concedido el permiso correspondiente, salió al improvisado escenario y dijo un sinfín de cosas muy graciosas. Ahí fue donde Alberto Díaz vendió su alma al diablo. Inmediatamente nos pusimos en campaña para sacar al futuro histrión de esa vieja casona. Nosotros no logramos convencerlo, pero sí una guapa y morena chicuela que -de acuerdo con nosotros- volvió pagano al hombre que ya se sentía con olor a santidad”.
Alberto Díaz: de actor de cine a tony Chalupa
Salió del Seminario, pero no fue llegar a triunfar de inmediato al escenario teatral. Se le colocó bajo la dirección de don Rodolfo Urzúa Rozas, un profesor, director y formador de artistas pioneros del teatro nacional, y qué por esas cosas del destino, a veces resulta un poco olvidado, tal vez porque dedicó mucho tiempo al surgimiento del teatro criollo y no se asimiló a los cuadros teatrales españoles que con zarzuelas y obras diversas campeaban en los teatros del centro de nuestra capital.
Antes que payaso fue galán de teatro. Y actuó algún tiempo en la compañía Acevedo Hernández, quien lo incorporó a su elenco de “Almas Perdidas”, donde “Pepe Diaz” (cómo se le llamó en un principio), hizo los papeles de el turco y el suplementero. En una nota publicada en la revista N°1 de “Los Diez”, Eduardo Barrios haciendo una crítica del teatro criollo expresa en parte de su artículo:
“La nota cómica es sobria y muy discreta; está determinada por un turco buhonero y por algún momento de ingenuidad, como el de la lección de escritura que da el “Aguilucho”.
Continuaba declarando que “Almas Perdidas” era un éxito en el que había mucha honradez, mucho acopio áspero y sincero de vida criolla “para que los defectos sean de buena gana tolerados”.
Respecto de la actuación de nuestro personaje decía: El Sr. Díaz, actor cómico que caracterizó al turco y al suplementero, es actor de vis cómica muy alegre y comunicativa.
Pasaría más tarde a trabajar en la compañía de Alejandro Flores en el Teatro Comedia con la obra de Aurelio Díaz Meza “El Tío Ramiro”, en una de las primeras compañías nacionales. Chalupa era entonces conocido como el recordado “Pepe Díaz”. Con Juan Tenorio estrenó obras de Cariola y de Hurtado Borne.
Actor del Cine Nacional pionero
En una entrevista del año 1928, Chalupa recordaba que había sido protagonista de la primera película cómica filmada en Chile. En efecto esto aconteció a fines de 1910 en los estudios de la “Franco-Chilena Film” propiedad de Monsieur Fédier Vallade, un francés que había montado sus instalaciones en un enorme galpón de la calle San Isidro, donde se ubicaban un escenario de teatro y galerías. Allí bajo la dirección del maestro Adolfo Urzúa Rozas, grababan las primeras películas de argumento escritas por este pionero de la dirección teatral y del cine nacional.
Ese año en esos estudios se filmaba “El violín de Inés”, interpretada por Clemencia Venegas (Inés) y Luis Alberto Díaz Hidalgo, (Mimilo).
“Son dos novicios en el arte de la mímica, pero tienen verdadero temperamento artístico y en El violín de Inés no tienen nada que envidiar a muchos cómicos europeos”.
De “Mimilo” se decía que estaba destinado a ser el Max Linder chileno, pues su gracia fluía con la misma naturalidad que la del rey de la risa de esa época. Algo similar se comentaba de “Inés”, actriz muy adecuada para su papel, era hermosa y sabía conquistarse al público con la misma coquetería que Susana Grandals, otra de las grandes de la naciente cinematografía de esos años.
Años más tarde Jorge Délano -Coke-, recordaría su participación en este proyecto de cine en su autobiografía “Yo soy tú”, libro editado por Zig-Zag (1954), época en que él también se iniciaba en el cine mudo nacional.
Vale decir que finalmente esta película, por problemas del productor, no fue estrenada, situación que impidió a nuestro Díaz Hidalgo haber hecho carrera en el cine mudo de esos años.
Del teatro al circo
En una oportunidad, durante una entrevista le consultaron cómo había emigrado del teatro al circo. En su estilo circense manifestó:
“Por chiripa. En un beneficio al cual presté mi concurso, no sin temor, pues no había actuado nunca en circo, los empresarios me encontraron pasta de tony y me echaron el lazo de las tablas a la pista. A los tres días era tony”.
Era a fines de 1928 y Chalupa se preparaba para seguir rumbo al sur bajo la carpa de uno de los grandes circos de aquel entonces “El Olimpia”, con el que pensaba llegar en gira hasta la misma Punta Arenas.
Chalupa encendía la carcajada en los grandes circos que florecían como callampas en los días previos a Fiestas Patrias. En el “Winter”; en el “Schipp y Feltus”; en el circo “Berlín”. En 1932 viajó al extranjero, llevando su risa y su alegría a toda América y Europa. Histrión de rica cepa, tuvo la inmensa condición de hacer reír a los públicos de Francia, Alemania y Estados Unidos, sin saber una palabra de sus respectivos idiomas.
Las pistas del tony Chalupa
En 1933 el escritor chileno Joaquín Moscoso conocido por su seudónimo de “Romanángel” escribió el libro “Las pistas de Chalupa”. Romanángel, quien había publicado “Chilenadas” en 1929 (dos ediciones agotadas) y “Fidel Cornejo y Cía”, obras de carácter netamente criollo, se hizo conocido por el estilo directo y sencillo que empleaba en sus textos. Tan sencillo que los parlamentos los escribía tal como eran pronunciados por gente del bajo pueblo de la época.
Dice el autor que Chalupa “sentía el circo por dentro”. “Le palpitaba la carpa dentro del pecho”. Y entonces nació Chalupa. El libro refleja al seminarista negado dando volteretas y prodigando chistes de fino calibre -que tal era su característica en la pista- desde la enorme carpa del circo Dunbar, en las orillas del Mapocho, hasta las playas de Miami “en donde las esbeltas “misses” de Norte américa estiran sus cuerpos de oro”, como dice en el prólogo del libro, nuestro poeta Ángel Cruchaga, quien camina también con los payasos a través de la costa del Pacífico, porque desde Valparaíso, el circo sigue muy al norte.
Cruchaga sintiendo la nostalgia de Chalupa, la describe así: “Y después lejos, bajo los horizontes del trópico, en la soledad ¡cómo buscarían tus ojos la tierra nativa, fragante bajo la Cruz del Sur! Entonces, payaso, tu rostro hacía una mueca y la mano trémula se acercaba a las pupilas para soñar y llorar y más tarde, a la hora del regreso, eras sobre el barco que te aproximaba al litoral nuestro, un niño. Un claro niño feliz”.
Pedro Sienna con “Un intermedio musical” en que hay bellos versos muy de acuerdo con su lirismo teatral, tiene su número, también, en el programa de “Las Pistas”. Da dos nuevos subtítulos al volumen con sus poemas “La murga del circo” y “Saltimbanquis”. Canta con propiedad en los últimos versos de “Saltimbanquis”. Su aparente alegre vida “cruzan la vida por un fino alambre y con la pena, la ambición y el hambre hacen un lindo juego malabar…”
El libro de Romanángel, sin pretensiones literarias de ningún relieve, nos hace conocer todos los países del Pacífico y nos hace asistir, por encima de la carpa del circo, a panoramas del trópico, visiones del canal, de Colombia del Perú. Es un libro entretenido, que se lee sin dificultad. El defecto notable es el afán desmedido de hacer a cada rato juego de palabras, chistes. Pero lo olvidábamos, es un libro del circo… en Romanángel está el escritor criollo de costumbres un fácil descriptor, aunque falla por el estilo. Pero, lo esencial es que entretiene al público a que ha sido dedicado.
A juicio de La crítica “Las Pistas de Chalupa”, no fue un libro trascendental, pero tuvo la sutileza de dejar abierto el baúl de los recuerdos del mejor payaso o tony de la gran época del circo nacional, cuando palcos, plateas y galerías vibraban con la sola presentación de los payasos chilenos y donde “Chalupa”, verdaderamente era el mejor.
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Chalupa volvió a Chile después de una ausencia de cuatro años. En 1938 llegó a ganar en nuestro país 25 y 30.000 pesos mensuales (alrededor de tres millones actuales), mucho menos -desde luego- de lo que llegó a percibir en el extranjero. Pero “Chalupa” fue siempre amigo de sus amigos. Solía reunir alrededor de su mesa 70, 80 y 100 personas, a las que ofrecía suculentos e inolvidables banquetes bien rociados con buen tinto de la tierra.
Generoso 100%
Vivió sus últimos días en una blanca e ingrata sala del Pabellón Cousiño en el Hospital Del Salvador. Como feroz contraste y absurda ironía, el hombre que toda su vida vibró junto a las luces multicolores y a los acordes de las marchas de los circos llenos de un público siempre cariñoso, debía cerrar sus ojos y sentir la convicción de que moría irremisiblemente -muy solo- entre las cuatro paredes de una triste sala hospitalaria.
Y alcanzó a decir a sus amigos y parientes:
-Sáquenme de aquí…no quiero morir en un hospital. Sé que me muero, pero quisiera hacerlo en una casa grande, llena de luz y de aire, donde hubiera muchos, muchos ¡árboles!
No alcanzo a cumplir sus deseos. Antes de morir tuvo en sus labios los nombres de dos de sus amigos más queridos: el del cantor bohemio Armando Bonasco y el de José López, dueño del restaurante “Verdejo”.
Conservó el buen humor hasta el último. Alrededor de su lecho solían reunirse hasta 10 o 12 enfermeros, a quienes contaba chistes, chascarros o anécdotas de su vida, tan variada y pintoresca. Fue siempre generoso. En su época de oro fue pródigo para ayudar a sus compañeros más necesitados.
En el hospital llegó a desprenderse de muchos gramos de estreptomicina, para donarlos a quienes sabía más graves que él. Obsequiaba también entre los más necesitados parte del dinero que le llevaban a él.
Chalupa, fue siempre generoso, cordial y humano ciento por ciento, este niño grande que se llevó de la mano un poco de nuestra alegría.
Revista VEA, lo despidió así:
“EL TONY CHALUPA
EL HOMBRE QUE HIZO REIR A TODA AMÉRICA, LE PUSO CRESPÓN NEGRO AL CIRCO CHILENO
La risa se puso franja negra en el brazo. Enmudecieron los labios de todos los niños y se ensombreció el rostro grave de todos los hombres de Chile. Ha muerto un tony. Un juglar. Un portador de alegría y optimismo. Cada vez que muere un payaso se va un poco de nuestra propia felicidad. Porque un “clown” es como un pedazo de nuestro propio corazón. Cada hombre lleva dentro de sí el recuerdo imborrable de un tony ridículo y pintarrajeado que el hizo reír de niño bajo la carpa parchada y pobretona de algún viejo circo de arrabal. Y ahora es la pista, el redondel. El redondel aserrinado del circo chileno el que enarbola en la punta más alta de su mástil el crespón negro del dolor. Ha muerto un tony. El mejor tony de Chile. Y ese tony se llamó Chalupa”.
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En un suelto de prensa de la misma revista, hacía el siguiente relato:
“Alberto Díaz Hidalgo, más conocido en todo Chile por su apodo de “Tony chalupa”, murió a los 54 años. Fue casado con doña Irma Romero y dejó tres hijos Alberto (28) Alicia (26) y Dora (18), todos los cuales viven en Buenos Aires. Era porteño y antes de entrar al ruedo del circo trabajó como empleado en un banco. Hizo famosos los monólogos que escribió especialmente para el escritor Romanángel, quien dejó un libro titulado “Por las pistas de Chalupa”.
En su triste lecho del pabellón Cousiño en El Salvador, Chalupa siempre acostumbrado a verse rodeado por el gesto cordial y fraterno de sus innumerables amigos, sentía tremenda nostalgia de sus antiguos compañeros. Encontró sí un corazón amigo en sus últimos días; el espíritu bondadoso y cristiano de una monja del hospital, que le brindó toda su ternura. Cuando le avisaron su muerte, la hermana no pudo reprimir su angustia y se arrojó sollozando sobre el cuerpo aun tibio del infortunado artista, como si hubiese perdido al más cercano y querido de sus parientes”.
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En nuestro diario acontecer provinciano hemos llegado hasta el Registro Civil para obtener algunos antecedentes sobre su nacimiento, nacionalidad y su fecha exacta de muerte en los años cincuenta, pero no hay nada en línea sobre este tony de la vieja guardia, que paseó el nombre de nuestro país por las pistas circenses de Chile y del mundo, haciendo reír a grandes y chicos y del que hoy solo quedan vagos recuerdos, que hoy nosotros entregamos como resultado de nuestra investigación sobre este genio de la risa de nuestro circo chileno.