Marcial Díaz Niefergold descendiente de antiguos colonos de Selva Oscura

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En un día soleado llegamos hasta el sector de San Antonio, a unos cinco kms. de Selva Oscura, antiguas tierras de pequeños colonos, con el fin de entrevistar a don Marcial Díaz, quien es uno de los personajes más longevos vinculados a la agricultura y la ganadería en ese lugar.

ENTREVISTA A MARCIAL DIAZ NIEFERGOLD DESCENDIENTE DE ANTIGUOS COLONOS DE SELVA OSCURA
MARCIAL DIAZ NIEFERGOLD DESCENDIENTE DE ANTIGUOS COLONOS DE SELVA OSCURA

Necesitamos tener una visión sobre lo que fueron estas tierras a principios del siglo XX y conocer la opinión de este personaje que con bastante lucidez nos habla de parte de su vida y lo que eran estos campos por aquellos años.

Don Marcial dice tener 84 años, es decir habría nacido en 1938, época en que el ferrocarril estaba estancado en Curacautín, pero Selva Oscura se favorecía con aquel avance de la ciencia que permitía a sus habitantes y gente de parcelas y fundos llegar hasta los centros comerciales de la región.

Respecto de su familia, nos expresa: Mi abuelo llegó a estas tierras porque había comprado los derechos ahí poco más pa’ abajo, a otra persona que ya no pudo más; como de costumbre algunos pueden y otros no. Porque las condiciones que había en ese tiempo eran otras. No tenían ni caminos aquí.

Estamos hablando entre 1910 a 1915 más o menos, se calcula.. porque a la llegada del ferrocarril acá a Selva Oscura, yo creo que el pueblo no existía. No más que cuando llegó el ferrocarril y se construyó la estación, ahí ya se empezó a formar el pueblito.

De don Exequiel Romero, como propietario de esas tierras siempre se acordaban, hay una calle ahí con ese nombre.

Bueno, como pueblo recién fundado venían como ser unos señores Frezard, que hoy día son antiguos habitantes de Curacautín. Ahí dice mi mamá que estaban con un almacén grande, de madera en bruto no más así, esperando que el tren llegara tal vez a Curacautín, ya que, a la llegada del tren a Curacautín, esa gente Frezard se fue para allá; porque esos venían con almacenes surtidos, de todo la que es para comer en una casa, parece que también traían escopetas, mantas, monturas, de todo para la vida de la montaña no más, venían aperados.

Cortadora de Pasto marca Lanz
Cortadora de Pasto marca Lanz

Respecto del pueblo, no sé bien, pero yo creo que poco más que la estación sería, porque mi madre me contaba que el pueblo estaba todo como quien dice medio provisorio; casas de madera en bruto, entre una tronquería; es de suponer que era una selva bastante oscura, porque había bastantes troncos y troncos gruesos grandes; así, por lo que decía ella.

En esos años desde Selva Oscura para acá pa’ arriba era huella, creo yo que esa huella debe haber sido lo que después fue el camino definitivo.

Mi abuelo llegó como colono libre, no sujeto a ningún beneficio del Estado. Él era de apellido Niefergold, venido de Alsacia, un territorio que en esos años había pasado de Alemania a Francia y Suiza. Según el sacerdote don Francisco Core, de Selva Oscura, que dominaba varios idiomas, me dijo que significaba “oro purificado”.

Que ahí hizo mi abuelo una casa que está todavía. Debe tener alrededor de cien años esa casa.  Porque primero acampó al lado norte de un canal que llevaba agua al fundo Cullinco, que era un criadero de ovejas. Ya estaba ese canal decía mi mama. Apenas le salía pastito no más, lo que demostraba que debería tener unos dos años no más ese canal. Al ladito norte hay unos canelos, ya que ahí hay un humedal, así que ahí al ladito de la agüita acampó mi abuelo. Más tarde creo que se hizo el camino de allí del cruce San Antonio, a Selva oscura, porque el camino seguía a Curacautín y hasta la Argentina. No muy bueno, bastante malo, pero no había otro.

En una ocasión a mi abuelo le robaron todos los animalitos que tenía. Unos 14 o 15 tendría por lo menos, aparte de una yunta de bueyes. Me recuerdo mi mamá decía que él había ido a los piñones, por eso esa yunta de bueyes no la robaron.

En ese tiempo en Selva estaban las tiendas surtidas desde las mantas, los zapatos, sombreros, azúcar, yerba, de todo. Yo entré a la escuela en 1946 en Selva Oscura, ya que recién había abierto sus puertas una escuela nueva, donde está la escuela actual, con la diferencia que en la que estuve yo, esa se quemó porque era madera. En esos tiempos la Escuela básica eran seis años de estudio.

Mi profesor fue don Julio Reyne que en paz descansa, don Floridor Jara, don Hernán Poblete y la señora Otilia, todos fallecidos. Don Domingo Riquelme era un hombre de edad; una señora hubo también un poco tiempo. Don Julio Reyne me recibió al tiro en segundo año, porque yo aprendí a leer y escribir sin sacar las palabras como se usaba. Yo leía poco, porque en ese tiempo se leían muchas novelas; había muchos que se jactaban de gastarse hasta unas dos velas, decían en la noche. Yo no, me iba a acostar no más a dormir, claro que lo poco que leí después, tal como las Selecciones (del Reader’s Digest), unas dos o tres al año, que compraba no muy seguido y la otra revista bonita, Life en español, bastante instructivas, así que eso me sirvió.

Alcance a ir a Curacautín a primer año no más de humanidades, a la Escuela Industrial. Ahí nos decían que eso era segundo año. Luego empezaron las enfermedades de mi papá, así que hasta por ahí quedo todo y tuve que venirme no más, a enyugar la yunta y vamos arando, hasta el día de hoy; ahora no, todo es diferente, pues uno se sube al tractor y vamos arando la tierra.

Selva Oscura
Selva Oscura

Terminada la entrevista, don Marcial nos mostró muy orgulloso un arado de discos marca «Oliver», que él redujo de 16 a 12 discos, lo que le permitió trabajar esa máquina inicialmente con bueyes, logrando acelerar el proceso de siembras en su predio.

De la misma forma pudimos conocer un viejo molino manual para moler trigo tostado, que como nos conversó servía para preparar la tradicional agua con harina en el verano, especialmente para las cosechas, cuando llegaban legiones de obreros de la zona de Chillán, los que se dedicaban a la corta del trigo con hechona, cuando todavía no estaban las máquinas modernas que hoy hacen el trabajo completo. Era una gente muy sacrificada –nos dice-. Por la noche dormían entremedio de las gavillas que estaban en la era o hacían unas ramadas con quilas de los alrededores para protegerse del frío nocturno.  

En el invierno la harina tostada servía para preparar la vigorosa chupilca, con buen tinto comprado en Selva Oscura, por lo que el molino no tenía descanso en su producción de harina.  

Luego de dar una mirada a algunas maquinarias de su propiedad, entre las cuales hay una cortadora de pasto marca «Lanz» que perteneció al fundo de don Gustavo Mondión, nos despedimos de don marcial, quien debe atender la recepción de un pedido de cal que le han venido a dejar para su campo.      

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Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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