Valioso museo de un aficionado

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La historia de las familias campesinas en un rincón de la extensa Araucanía

El responsable de este increíble museo, Daniel Vallejos, nada más añora un catre de bronce antiguo para quedarse a vivir entre todas sus reliquias antiguas.

Antigüedades que fascinarían a un coleccionista se encuentran en este rincón de La Araucanía.

A 25 kilómetros al sur de Victoria, en el poblado de Quillem, se encuentra el más completo museo de historia natural e histórico que conserva la mayoría de los objetos con que se colonizó y dio vida a este sector de La Araucanía.

Y no se trata de ninguna iniciativa pública ni institucional, sino de un sencillo habitante del lugar que desde hace muchos años aprendió a apreciar el valor de las cosas que ya cumplieron su vida útil y que la mayoría desprecia por antiguo.

Se trata de la extraña afición de un conocido vecino, Daniel Vallejos, que desde hace muchos años comprendió el valor de los objetos en desuso pero que contribuyeron a mejorar la vida familiar, a brindar comodidad y hasta otorgar lujos a quienes la vida les sonrió.

Por la calle principal del pequeño poblado y tras la iglesia católica, encontré a don Daniel sacándole lustre a sus tesoros que son tantos que faltaría espacio para enumerarlos, pero son todos utensilios usados en la vida cotidiana de los primeros pobladores de principios del siglo pasado.

En el fondo, son cosas viejas pero cada una representa una época y una costumbre del pasado. Yo cuando me encierro aquí, pasan las horas y me parece estar en una máquina del tiempo. Tanto es así, que cuando encuentre un catre de bronce antiguo, lo voy a instalar en un rincón y aquí me voy a quedar, aunque mi señora se me enoje”.

Casa Museo

Tal es la pasión de don Daniel Vallejos por su valiosa colección de piezas antiguas, que construyó al final del patio una habitación exclusiva para ellas. “Se podrá quemar la casa pero al museo no lo va a alcanzar el fuego”, dice, valorando cada objeto que posee, y son tantos que es imposible mencionarlos en detalle, pero digamos que todos han sido donados o rescatados en los alrededores del sector donde vive, en la localidad de Perquenco.

De sus planes, según confiesa, el proyecto que tiene en mente es difundir la existencia de este museo para que se acerquen las agrupaciones de adultos mayores y a la vez los colegios con sus alumnos para que ambas generaciones se reencuentren y recuerden, unos, y conozcan, los otros, además de observar cómo fueron aquellos tiempos y las costumbres que ya no volverán.

Aquí, los visitantes podrán recordar cómo eran los tiempos aquellos a través de diversos objetos de principios del siglo pasado, tales como botellones de vidrio, botijuelas, damajuanas, espejos, fotografías, retratos, lámparas de lágrimas, tableros con tapones de luz eléctrica, loza fina fabricada en Europa, cuchillería de plaqué, porcelana, objetos que adornaron las casas patronales, y una mesa estilo normando en que la esposa de don Daniel deposita una fuente con sopaipillas calientitas.

Carro de tren

Como nos imaginamos que la mantención de un lugar así no es gratis y que requiere generar recursos, la idea más práctica que don Daniel tiene en mente es contar con un vagón de tren dado de baja, llevarlo hasta su museo e instalar allí en el patio una cafetería con venta de productos del lugar y hasta con literas para dar alojamiento a las visitas que pasan por ahí de vacaciones. “Eso me permitiría seguir comprando cosas antiguas y agrandar el museo”.

También don Daniel ha vuelto su mirada hacia las autoridades comunales. “El alcalde se comprometió a intervenir y conversar con las personas indicadas, pero hay que ver qué dice el tiempo, aunque hasta el momento se ha portado muy bien. No hay que presionarlo demasiado porque la gente de este país no valora mucho las antigüedades ni mucho menos respetan nuestro patrimonio. Esa situación se puede ver en el caso de Victoria o Lautaro, dos pueblos que tuvieron un cine y ya no quedan ni los edificios”.

Todo esto lo voy a conservar hasta mi vejez, después no sé el destino que tendrán. La satisfacción es que aquí ha venido mucha gente importante que ha admirado mis reliquias y me ha prometido ayuda. No tendré grandes cosas, pero aquí se puede respirar la historia de los campos y de la ciudad. Son cosas sencillas pero que para mí tienen valor”.

Como nuevos

Y de todas aquellas cosas sencillas que se observan destaca su colección de bicicletas, cada una con su historia, pequeños vehículos que una vez desplazaron al caballo y que recorrían los potreros mientras no lloviera. Cuando se dejaba caer la lluvia, ahí se enterraban sus delgadas ruedas en el barro.

Abundan las máquinas de coser, los utensilios domésticos usados en el campo, radios antiquísimas donde las abuelas escuchaban la radionovela de la tarde. Todo ello donado por los vecinos del sector que saben que aquello que no pueden conservar pero tampoco arrojar a la basura, en el museo de don Daniel encontrarán espacio.

Aquí usted le pasa la mano a cualquier objeto y jamás va a encontrar suciedad. “Me levanto a las cinco de la mañana y desde entonces me paso el día ordenando”, asegura don Daniel, lo que resulta verdad al observar cada pieza cuidadosamente restaurada y conservada para que usted, lector, le visite y admire el respeto que un ciudadano prodiga a aquellos hermosos tiempos que no volverán…