Dr. Alejandro Witker, condecorado por el Instituto O’Higginiano de Chile. Elocuente discurso sobre Patriotismo.

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Don Alejandro Witker es un destacado historiador chillanejo, investigador del patrimonio histórico de la Región del Bío-Bío y la reciente Región de Ñuble.

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Rodolfo Pereira, Presidente Nacional del Instituto O’Higginiano y Juan Ignacio Basterrica, Presidente del Instituto O’Higginiano de Ñuble imponen la medalla a don Alejandro Witker

De su nutrido currículum, destacamos los siguientes antecedentes:

 Don Rodolfo Mario Alejandro Witker Velásquez, nace el 8 de mayo de 1933 en Chillán, cursando la enseñanza primaria y secundaria en la misma ciudad de nacimiento, Escuela México y Liceo de Hombres de Chillán, pasando luego a la Universidad de Concepción. Doctor en historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha sido catedrático universitario en Chile y México, director de difusión cultural en la Universidad de Chile – Chillán y la Universidad de Concepción.

Autor de 25 libros y folletos sobre historia, política y cultura, es permanente colaborador de la prensa regional. Fundador y director de Cuadernos del Bío-Bío, de la revista Quinchamalí. Artes, letras, sociedad y director del Taller de Cultura Regional de la Universidad del Bío-Bío.

Entre sus distinciones cuenta con la beca Unesco, México (1964); el Premio de Ensayo Casa de las Américas (1976); Premio Municipal de Cultura «Alfonso Lagos Villar», Chillán Viejo (2003); Condecoración Medalla «Intendente Vicente Méndez Urrejola», Gobernación Provincial de Nuble (2007); Reconocimiento por el Consejo Nacional del Instituto O’Higginiano como «Presidente Destacado» (2008); Premio «Alonso de Ercilla», Academia Chilena de la Lengua por el proyecto editorial Cuadernos del Bío-Bío (2009); Premio Municipal de Arte, Chillán, (2009); Premio Regional de Ciencias Sociales «Enrique Molina» (2012); Premio Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Chillán, «Personaje Público» (2014);  «Medalla Claudio Arrau», Municipalidad de Chillán (2017); Reconocimientos en diplomas y galvanos de 42 instituciones educacionales, culturales y sociales de Nuble.

Pertenece a la Corporación Teatro Pencopolitano de Concepción, Instituto O’Higginiano de Ñuble y Sociedad de Historia de Concepción.

Es indudable que su calidad de chillanejo, tierra de grandes precursores y personajes que hasta el día de hoy dan renombre a su ciudad natal, le ha llevado a distinguirse entre sus similares de la historia local, hoy Región de Ñuble y de la Región del Bío Bío en particular.

Con motivo de haber cumplido recientemente 10 años como Presidente del Instituto O’Higginiano de Ñuble, el pasado 22 de noviembre el Instituto O’Higginiano de Chile, en ceremonia realizada en la sala Arrau, del Teatro Municipal de Chillán,  le impuso la condecoración “Orden O’Higginiana”, como reconocimiento de indudable trascendencia por su activa labor en pro de la historia regional y de difusión de la obra de nuestro prócer don Bernardo O’Higgins Riquelme, sobre quien, además, ha escrito tres libros.

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Don Alejandro Witker

En la oportunidad, don Alejandro agradeció tal distinción con un emotivo discurso que en los momento actuales no deja de tener una gran trascendencia:

PATRIOTISMO: MEDIDA DE TODAS LAS COSAS

La medalla que hoy se me confiere es un símbolo.  Una síntesis de lo que se quiere reconocer: una trayectoria y consecuencia.  Agradezco la distinción de todo corazón.

Los símbolos cumplen en la cultura una hermosa visión: concentrar una alta estima y, por lo tanto, concitan el mayor respeto.

Cuando los símbolos tienen rango republicano elevan aún más su significado.  Todas las naciones civilizadas han creado símbolos que las identifican en el mundo: bandera, himno y escudo.

Estos símbolos representan la unidad de la nación en su pasado, presente y futuro. 

En cierto modo obran como la comunión sagrada entre quienes se sienten hijos de una misma historia, depositarios de tareas actuales y de sueños sobre el futuro.

Por lo mismo, esos símbolos se respetan y se sienten como la propia sangre y los propios huesos.

Sólo personas embriagadas de ideologismos extremos pueden faltarle el respeto a la obra de los antepasados.  Esos símbolos que contienen la esencia de la nación. 

Vivimos tiempos donde la crisis moral que afecta la República ha permitido que grupos bárbaros ultrajen los símbolos nacionales en medio del silencio de quienes deberían poner las cosas en su lugar.   

Algo parecido ha ocurrido con monumentos nacionales maltratados por bandas de ignorantes que no saben que todo lo que existe en el Chile de hoy es obra de los mejores chilenos de todos los tiempos.  En el pasado, los letrados, artistas, científicos, emprendedores, militares y estadistas construyeron todo cuanto tenemos, incluido el pan y los celulares de los malvados.

De esta situación cabe una alta responsabilidad a los Ministerios de Educación y Cultura.  La virtual desaparición de la enseñanza de la historia, la literatura y las bellas artes; la difusión cultural ausente de toda estrategia destinada a enriquecer la conciencia nacional.

La Parada Militar constituye un verdadero símbolo de lo que representan nuestras Fuerzas Armadas y de Orden como soportes fundamentales de la República.  Por esta razón, la reciente Parada Militar, cuya transmisión tuvo un alto rating, fue sentida por la gran mayoría de los chilenos como una brisa de aire fresco en medio de la intoxicación ideológica que una minoría activa y fanática ha entronizado en la escena nacional.

La impecable presentación de hombres y mujeres con los respectivos uniformes de los institutos armados y de orden público no sólo deslumbraron como siempre por su impecable presentación, también revelaron, una vez más, como funcionan sus estructuras de mando, formación profesional y cultivo de un orgullo de ser chilenos todo lo cual contrasta con la pequeñez de quienes esta vez tuvieron la audacia de aproximarse al Parque O’Higgins con el propósito de empañar este gran evento.

El Libertador, todos los grandes chilenos, los profesores, especialmente los normalistas, obraron como correa de transmisión de ese noble sentimiento. 

La Patria es el origen, el compromiso y la tarea de todas las generaciones.  Cada generación eleva monumentos a los hombres y mujeres que apreciaron como hijos ejemplares.  Cada generación tiene derecho a elevar nuevos monumentos y a levantar nuevos valores pero no tiene ningún derecho a destruir ni a mancillar aquellos monumentos que las generaciones pasadas estimaron dignos de quedar en la memoria de la nación.

Por eso, resulta violento mancillar los monumentos de los que pusieron la bandera de Chile en el Morro de Arica, saltaron al abordaje en Iquique.

Es un agravio a los que hicieron flamear la bandera mientras construían la Carretera Austral.

Es un agravio a los millones de chilenos que agitan la bandera para las Fiestas Patrias y estremecen los estadios con banderas y el Himno Nacional cantado a todo pulmón.

Los O’Higginianos somos hijos de estas tradiciones lo que no significa oposición a los cambios que la sociedad necesita para ser más justa, más próspera y más libre.

Queremos que la Patria sea dulce, más próspera, justa, libre y democrática para todos sus hijos.  No en vano O’Higgins abolió los títulos de nobleza para establecer que el mérito y no la cuna debía ser el rango de los constructores de la República.  Intentó abolir los mayorazgos que eran el monopolio de la tierra la gran riqueza de ese tiempo.

En ese rumbo no queremos que los poderosos monopolicen al mercado para instalar el abuso, la evasión y la colusión.

Por eso no queremos tampoco que el Estado monopolice la economía, la política y la cultura.  No queremos el abuso de privados ni el abuso del Estado.

Queremos una sociedad abierta a la libre iniciativa, al pluralismo cultural, a la libertad del pensamiento crítico y a la democracia en continuo perfeccionamiento.

La República es un proceso de transformación permanente; nunca estará concluida.  Las sucesivas generaciones plantean nuevas necesidades y anhelos.

La sociedad actual requiere cambios, no cabe la menor duda, sin embargo, conviene no menospreciar cuánto hemos logrado para situarnos en muchos renglones en el primer lugar de América Latina y, algo muy importante, que los cambios deben hacerse con prudencia y sin violencia.

Los O’Higginianos no hemos sido, no somos, ni seremos jamás reaccionarios.

O’Higgins echó las bases del Estado de derecho, de la educación del soberano, de la salud pública, de la investigación científica, de la libertad de imprenta, de la libre circulación de los instrumentos musicales y de los libros.  Fue un sembrador de lo que debería florecer en el futuro, una República con un pueblo soberano poseedor de las luces para construir la grandeza de la Patria.

Que la evocación de su memoria y de su obra nos ilumine en este tiempo difícil y que la mayoría de los chilenos despierten del letargo, de la comodidad y la indiferencia para cruzarse en el camino de quienes pareciera ser que no se sienten chilenos.  Un político dijo hace algunos años que no le gustaba ser chileno y ahora va de candidato a la presidencia, otro político quiere abrir las fronteras a cuanto inmigrante quiera venir a nuestra tierra atreviéndose a decir que hay demasiados chilenos. 

Cabe a nosotros los O’Higginianos, multiplicar nuestros esfuerzos para ponernos en la primera línea y contribuir a evitarle al país nuevas tragedias y abrirle camino a todas las transformaciones que la sociedad necesite sin violencia, sin agravios puesto que sabemos cuáles son las consecuencias cuando el odio se instala como la medida de todas las cosas.

Por el contrario como Chile crece y se fortalece cuando hemos puesto a la República como la medida de todas las cosas.

  Agradezco a las autoridades y a la representación de la sociedad chillaneja que nos ha acompañado en esta ceremonia.

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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