Recuerdos del «Teatro REX», de Angol

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teatro rex de angol

Es posible que a través del país hayan habido varios Cine Rex, dedicados a la sensible labor de enriquecer el acervo artístico y cultural de los espectadores. Sin embargo para quienes vivimos alguna vez en el Angol del viejo siglo, el cine o el “teatro”, como rezaba en su imponente fachada, tuvo singularmente una atracción especial.

Por el cómodo valor de una entrada, el espectador ingresaba a un mundo de fantasía, un mundo que en verano podía convertirse en el más tenebroso temporal, en un mar cargado de tormenta; o en invierno viajar por un caribe de sol y de placer; era la forma de superar etapas de pobreza, de pesar, de sufrimiento, de anhelos, integrándonos  por el lapso que duraba la cinta a un mundo irreal, que nos llevaba a transitar por cualquier país del mundo y a sobrevivir las más disimiles aventuras.       

Una ubicación estratégica frente a la plaza, al kiosco y al magnolio, que impregnaba el ambiente con su aroma, perfumando las tardes primaverales; significativamente le daban un marco especial.

La hoy en día vetusta edificación sigue presente donde mismo, siendo vista con nostalgia por quienes tuvimos la suerte de sentarnos en sus butacas de platea, balcón, o en las bancas largas, duras y aletargadas de la galería, a cuya entrada las típicas avellaneras ofrecían su tostado producto, que la mayoría consumía con avidez.

 No existían en esos años ni la televisión, ni la Internet de hoy, sólo la inmensa truculencia del cine nos asombraba con montajes épicos de grandes batallas, de las llamadas películas “romanas” o los inicios del «spaghetti western», un cine italiano rodado en España e Italia, que con cintas como “El Bueno el Malo y el Feo”, con escenarios creados a base de paisajes y la incorporación de un especial tipo de música; con personajes como “Django”, desgarbados, sucios y macilentos, pero con un par de pistolas al cinto; vino a cambiar la faz de las películas norteamericanas de cow-boys y la ya aletargada figura escénica de “el jovencito y la niña”.

Acción, aventura y muchos muertos eran la salsa necesaria para incitar al espectador a llenar la sala en cada presentación. Naturalmente estaba casi siempre presente el asalto a la diligencia, que, especialmente en galería, provocaba un griterío ensordecedor, sobre todo cuando la toma mostraba las ruedas girando al revés y luciendo muy a la vista el letrero de la mítica “Wells Fargo”, identificador conocido por los lectores de la época, que también consumíamos muchas revistas del mismo tema, además de las clásicas novelas de cow-boys, conque Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane, Zane Grey  y otros que desmenuzaban la época tardía del siglo XIX en el oeste de los EE.UU.; en un sinfonía de duelos y balas por doquier, hicieron del far west un terreno mítico para el cine, que explotaron muy bien la Metro Goldwin Mayer, United Artist y otros estudios.

Pero el Rex no sólo exhibía este tipo de películas. Allí  también conocimos las primeras creaciones de un jovencito español llamado Raphael, que llenaba la sala con sus románticas canciones y con un público mayoritariamente juvenil, que en platea y balcón, en sus típicos escarceos románticos no tardaba en llenar la llamada “fila de los cocheros”.

A pesar de que los libretos no eran de la mejor calidad para el gusto general, también se vieron ahí las películas de los entonces afamados “The Beatles” y estuvieron en cartelera “El submarino amarillo”, “Help”, “Let it be”  y otras, que llamaban más la atención por sus conocidas canciones que por la actuación del grupo, que como es natural eran de asistencia preferentemente joven. 

Mención aparte las películas filmadas por el mítico Sean Connery como: “El Doctor No”, “Goldfinger”, “De Rusia con Amor” y otras que fueron impacto en el viejo cine de la calle Chorrillos.                 

Pero allí no sólo películas se pasaban en la sala. En ella estuvieron presentes todos los hoy recordados cantantes de la llamada “Nueva Ola” juvenil, que generalmente traía el músico Oscar Arriagada en su espectacular “Show 0007”, que colmaba las aposentadurías y donde se podía conocer a los artistas que se escuchaban a diario por la radio.

Hace muchos años que el cine dejó de ejercer como tal; en un mundo cambiante, nuevas atracciones dejaron fuera de lugar este tipo de exhibiciones masivas en las ciudades. Hoy sólo podemos admirar su porte ostentoso y retrotraernos a los recuerdos de una época pasada, que recordamos con muchos vacíos, pero que nos hizo vivir agradables momentos en nuestros ya lejanos años de juventud.         

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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