Aquel día 15 de mayo de 1949, el edificio municipal Imperialino estaba colmado de gente. ¿Motivo? Se encontraban en la ciudad dos aviadores de la Fuerza Aérea de Chile, que habían marcado presencia en nuestra Antártica Chilena, quienes por sus cualidades de pericia y valentía de pioneros al volar sobre los helados hielos antárticos, se presentaban como dignos hijos de estas tierras, llamados para ser galardonados por la autoridad civil, representada por el Alcalde don Víctor Barahona y su cuerpo de regidores, instalados en Sesión Solemne.
Se trataba del Capitán Arturo Parodi Alister, nacido en Puerto Saavedra, primero en volar un avión chileno sobre el Territorio Antártico, el 15 de febrero de 1947, con motivo de la Primera Expedición Antártica que había viajado a instalar la Base Soberanía, de nuestra Armada, hoy conocida como Base Arturo Prat.
El segundo de ellos era el nacido en Nueva Imperial, Teniente Félix Humberto Tenorio Iturra, quien también había volado en la Antártica el año 1947, luego del vuelo que efectuara el Capitán Parodi, situación que se repitió los años 1948 y 1949, con muy halagadores resultados.
La última expedición, realizada ese año, había estado a cargo del Capitán Parodi, quien con personal FACH llevaban embarcado un avión para colaborar en los relevos de las dotaciones antárticas del Ejército y la Armada. Lamentablemente este avión resultó seriamente dañado al golpearse contra el buque mientras era bajado al mar durante un temporal de viento.
Ante la imposibilidad de poder realizar el relevo por barco de la Base O’Higgins, del Ejército, debido a la gran cantidad de hielo, se solicitó urgente al continente el envío de dos aviones para realizar esta delicada maniobra vía aérea, ya que de otra manera los soldados deberían afrontar un nuevo año en las soledades antárticas.
Paralelamente, esta situación había trascendido a la prensa y radio de la época, donde se resaltaba la situación de los uniformados, de los que sólo se tenían noticias vía radial, haciendo diversas elucubraciones sobre su estado anímico, las bajas temperaturas y la necesidad real que existía de poder traerlos de vuelta al mundo civilizado. La noticia se propagó por las diversas empresas informativas y llegó a tener resonancia mundial, por lo que día a día se transmitían boletines sobre esta situación.
El Mando Aéreo, dispuso que el Teniente Humberto Tenorio Iturra, acompañado del subteniente Rafael Vásquez, se dirigieran en vuelo hasta el Canal Beagle, donde fueron embarcados en un buque de la Armada que los llevó hasta Bahía soberanía, lugar en que fondeaba la flotilla Antártica, donde arribaron luego de haber superado las malas condiciones del tiempo que los sorprendió durante la travesía.
De inmediato ambos aviadores realizaron vuelos exploratorios y luego de varias horas y más de quinientas millas de recorrido, se confirmó que el mar congelado no permitía el paso de los buques.
Ante esta situación, el Capitán Parodi dispuso preparar los aviones para el día siguiente, piloteados por los tenientes Tenorio y Vásquez. Durante dos días, lograron llegar hasta la base O’Higgins, donde iniciaron el salvataje de los cinco hombres del Ejército y uno de la fuerza Aérea, que componían la dotación, llevando uno por cada vuelo, lo que permitió hacer el relevo de la Base, ya que en cada vuelo llegaban los nuevos destinados a pasar el invierno polar en esas heladas latitudes.
En palabras sencillas el Alcalde Barahona recordaba en su discurso estos aciagos momentos: “La Base al mando de su capitán Schmidt, se encontraba total y absolutamente aislada del resto del mundo, siendo imposible la penetración de buque alguno, por no poder romper los témpanos de hielo; de no haber mediado la valentía y arrojo de estos señores aviadores aquí presentes, aquellos compatriotas estaban condenados a perecer”.
A continuación declaraba Hijo Ilustre de Nueva Imperial al teniente Tenorio, colocando una medalla de oro con el escudo de la ciudad en su pecho y paralelamente entregaba otra similar al Capitán Parodi, en nombre de la Municipalidad de Puerto Saavedra.
Así se premiaba a estos aviadores pioneros de la Antártica Chilena, reflejando en cada medalla, el aprecio, el cariño y el reconocimiento de estas tierras de La Araucanía para con sus hijos predilectos, que a costa de valor y esfuerzo habían luchado por la sobrevivencia de sus semejantes.