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Artículo presentado por nuestra colaboradora de Neuquén Lidia Cristina Lacava en el Congreso de Historia Neuquina, efectuado recientemente en Junín de los Andes.
AUTOCONCIENCIA
Existe en Ceferino un inusual interés por aprender, conciente de que el conocimiento de la cultura del “hombre blanco” le abrirá las puertas a un progreso que se extenderá en beneficio de los integrantes de su pueblo.
No reniega de su origen, pero se afianza su intelecto en el desafío de conocer otros códigos y otros lenguajes.
Aspira a ser guía de sus hermanos de raza, prescindiendo de la fuerza violenta que los caracterizó en los enfrentamientos habidos con el “Huinca”.
Se considera potencial rector de sus conciencias, pero sabe que la construcción idónea de su propio ser, será el único camino que hará que lo respeten e imiten.
Es sorprendente que un pequeño de once años, que hasta esa edad sólo habla mapuche (mapudungun), experimente el imperativo de ingresar al medio urbano de la ciudad de Buenos Aires (tal le solicita su padre).La complejidad de la vida en la metrópoli y la heterogeneidad de experiencias sociales, nada tiene que ver con su San Ignacio.
El desamparo y el aislamiento que a más de cien años caracteriza a ese paraje, sirve de parámetro para valorar la entereza de este niño que desea alejarse, para mejorar y volver en ayuda de su comunidad.
Prueba de la certeza y determinación de su voluntad es la búsqueda de una orientación intelectual de su vocación por aprender.
Cuando el General Luis María Campos (a pedido de su padre Manuel Namuncura) le ofrece una beca y lo incorpora a la Escuela de Náutica (Talleres Nacionales de la Marina) en Tigre (1897).
Es aceptado como aprendiz de carpintero. A pocos meses de este hecho, solicita a su padre el cambio de establecimiento, ya que su deseo es aprender asuntos de mayor elevación, obligándose a un trabajo intelectual más profundo.
El despliegue de sus cualidades de estudiante y devoto, lo señalan como de una inteligencia elevada.
En apenas ocho años de estudio con los Salesianos habla y escribe correctamente el castellano, con impecable caligrafía.
Es interesante su versatilidad y capacidad de adecuación a nuevas situaciones.
Asombra comprobar qué con tan poca edad, soportara la tensión del estudio, los nuevos escenarios sociales y los desconocidos interlocutores.
Deja el mísero toldo, la estepa y el rudo viento patagónico, para alternar con políticos, autoridades eclesiásticas, reyes, aristócratas y hasta el Papa. Es noticia en diarios nacionales y europeos, y hasta recibe un obsequio de su Santidad.
La serenidad y el equilibrio que demuestra en todas estas instancias lo presentan como un joven maduro, esclarecido acerca de sus metas, en nada inseguro ni vanidoso.
Su resentida salud no le impide continuar en sus esfuerzos de consagración cuyo fin era indeclinable: ayudar a su pueblo a elevarse y ser cada día mejor.
CONTRASTE DE CULTURAS
“Me ha atraído el contraste entre el ambiente en que nació Ceferino, la pampa bárbara y el escenario en la Roma de Pío X”.
“El contraste es tan grande, tan asombroso que no hay palabra para calificarlo”.
En estos párrafos Manuel Gálvez (1947)”El Santito de la Toldería”, sintetiza el asombro y el enigma de la personalidad de Ceferino.
La notable capacidad de adaptación social, que lo lleva de convivir con la miseria, la violencia, la marginación e ingresar al mundo culto y selecto de la “civilización occidental y cristiana”, obligan a pensar profundamente en la excepcionalidad de su ser.
Recordemos que hasta los once años vivió con su familia, primero en Chimpay (Río Negro) y luego en San Ignacio(Neuquén).
En este último paraje que dista 60 Km. de Junín de los Andes, aún hoy el horizonte natural es desolado.
En él descansan sus restos, pero una mirada en derredor nos muestra cómo sería ese lugar hace algo más de cien años.
Entre 1890 y 1900, el cacique Manuel Namuncura fue obligado a dejar las tierras que le fueran entregadas en Chimpay. Las mismas ya habían sido repartidas entre militares de la Campaña al Desierto en 1885.Luego de este engaño, sólo le queda acatar la orden de traslado.
Cabe recordar que entre 1879 y 1883, Namuncura apoyado por Sayhueque y Reuque Cura combate en guerra de guerrillas, con total precariedad. A partir de 1882 advierte que es imposible seguir la lucha. Envía una embajada al Gral. Villegas a presentar su rendición. El padre Milanesio es el mediador. Invita al cacique mapuche a comenzar una etapa de diálogo y contacto con el blanco.(“La sangre de la tierra”-Ricardo Noceti.
“El Gobierno Nacional selló la paz con el cacique Namuncurá incorporándolo con el grado de Coronel y otorgándole una pensión vitalicia”.
Según Klobertanz, “Ceferino Namuncura” 1986-:
“Namuncura lucha por su pueblo y lo tutela con armas nuevas, la paz, el trabajo, la instrucción. Hace gestiones ante las autoridades e invita a sus hijos, sobrinos y nietos a estudiar y promocionarse. No es un bárbaro sediento de destrucción y muerte. Es un político lúcido. Su pueblo, sin renunciar a su identidad y a su cultura, no puede quedar al margen de las nuevas transformaciones. Estas inquietudes las transmite a sus hijos, y especialmente a Ceferino”.
Se dice que el cacique Namuncurá se oponía a la vocación sacerdotal de Ceferino aspirando a que fuera su lugarteniente y lenguaraz.
No existen documentos que avalen esta postura. Namuncurá no reniega de los misioneros. Participa en la vida sacramental e insiste en la construcción de una capilla en San Ignacio, en donde habita con su familia.
Se hizo bautizar. Al respecto nos dice Mons. Juan Guillermo Durán:
…”el representante de la Patagonia bien podría ser nuestro Namuncura, padre de Ceferino, cuyas señas concuerdan con la descripción de Manuel Gálvez, y que en 1854 fue bautizado en Paraná, con el nombre de Manuel, tomado del santoral del día. Fue su padrino el Gral. Justo José de Urquiza. Al mismo tiempo juró fidelidad a la Constitución de la Confederación Argentina y fue espléndidamente obsequiado como amigo de su padrino y partidario de su política.”
Se había casado por civil e iglesia en Gral. Roca, con Ignacia Rañil, una de sus catorce esposas. (sólo convivía con cuatro de ellas)
Monseñor Cagliero realizó una misión en San Ignacio. El 25 de marzo de 1901, preparó personalmente al cacique, quien hizo su primera comunión y después de unos días recibió la confirmación.
En esa oportunidad Manuel Namuncura de 86 años, pidió a Mons. Cagliero que bendijera el camposanto, pues aún San Ignacio no tenía cementerio.
Hizo además profesión pública de su fe cristiana y animó a los suyos a hacer lo mismo.
Mientras vivió en Chimpay fue muy querido y respetado por su gente. Distribuía su sueldo de coronel equitativamente entre su gente, permitiendo la supervivencia y evitando la hambruna que aniquiló a otras tribus (ej. la de Catriel).
En la crisis de 1893, ante un eventual conflicto con Chile, el cacique se ofreció espontáneamente a apoyar al Gobierno Argentino y un teniente le habría dado clases de instrucción militar a los mapuches.
Es interesante cómo es recibido Namuncura cada vez que llega a Buenos Aires. Según Tallarico Frontera en su obra “Ceferino Namuncura”:
“Impresiona Namucura por su porte; rostro cetrino, pómulos salientes, boca grande, de atlética constitución, cara cuadrada y ojos penetrantes y con brillo acerado. Miraba de frente y sin bajar la vista.”
“En oportunidad de estar en la Capital Federal, siendo presidente el Gral. Roca -su vencedor- al visitarlo y recalcar acatamiento y respeto a las leyes argentinas, se entabló un diálogo ameno: recuerdan pasajes y hechos de la lucha; Roca, en un momento de la histórica charla, le dice sonriente:- ¡Sos un tigre, Manuel!
Namuncura, que conoce la garra del conquistador definitivo del desierto, le testa:
- ¡Yo, tigre, y vos león! ¡Yo indio argentino y vos “Huinca” argentino!”
En una oportunidad en que se encontraba en el Congreso, el tribuno Aristóbulo del Valle (impresionado por la clara inteligencia del cacique) lo invita a hablar por teléfono.
Namuncura accede y conversa brevemente en mapuche con un soldado indio que está sirviendo en esos momentos a la patria. Cuando deja el tubo queda pensativo y mirando el aparato y a del Valle, repite: -¡Gualichu! ¡Gualichu! doctor! “
Es evidente que lo novedoso y desconocido no lo limitan. Es un hombre curioso y atento a las novedades.
AMOR POR LOS SUYOS
Nunca se sintió Ceferino distante de su gente. Siempre mantuvo contacto con sus padres, estableciendo una comunicación fluida y afectuosa por correspondencia.
Su madre, Rosario Burgos (a partir del casamiento de Manuel Namuncura con Ignacia Rañil), se refugió en la tribu de Yanquetruz, cerca de Roca.
Se casó con el indio Coliqueo, viviendo primero en Comallo y luego en Tres Morros, cerca de Zapala. Al fallecer su esposo, fue recibida en San Ignacio, por su hija Clarisa, donde vivió sus últimos años.
Según Tallarico Frontera, Rosario Burgos fue indudablemente quien educó el espíritu de Ceferino.
Éste sufrió mucho al enterarse de que su madre dejó la tribu (al casarse su padre).
Hay indicios de que buscó arduamente a su madre hasta poder comunicarse con ella.
Su padre lo visitaba en los colegios a los que asistía y era recibido con gran alegría por su hijo.
A pesar de su asimilación de la cultura blanca, nunca deja de preocuparse y mantenerse fiel a su tierra y a su raza mapuche.
Su liderazgo se ejerció de manera distinta a la de su abuelo Calfucura y su padre Manuel Namuncura. Precoz en diversos aspectos, se mostró hábil y esforzado frente a los desafíos de las tareas de un mundo ajeno a su origen.
Su hermano Alfredo testimonió:
“Lagrimeaba al ver la misérrima condición de los indios de chusma, mal alimentados, ridículamente cubiertos con ropa prestada o mal habida. En esos días de escasez aun en los toldos del cacique, ante el apremio del padre imposibilitado de aliviar las necesidades de su gente hambrienta…”
Ante esta situación, Ceferino toma la decisión de ir a estudiar.
Pide además a los salesianos en repetidas oportunidades “-Ayuden a mis hermanos del sur argentino”.
FRUSTRACIÓN
Existen variadas oportunidades en que Ceferino debe enfrentar el fracaso.
No siempre es bien tratado o comprendido en su individualidad. En toda circunstancia perdona las ofensas.
Durante mucho tiempo reclama su Acta de Bautismo. A pesar de los reiterados pedidos, no consigue que se la entreguen. La misma se encuentra en la parroquia de Carmen de Patagones.
Aspira también a ser Seminarista. No se lo promueve. No queda claro si es por su salud deteriorada o por la condición de hijo nacido de una unión no bendecida por la Iglesia. Fuere por la razón que fuere, todos sus esfuerzos no fueron particularmente reconocidos por la institución eclesiástica a la que fue denodadamente leal.
Sólo muchos años después de su muerte, el 2 de mayo de 1944 se inicia la Causa de Beatificación. Se presentaron gran cantidad de testigos, la mayoría de los cuales lo habían conocido y tratado personalmente.
En 1977 fue declarado Venerable por la “heroicidad de las virtudes”, ya que Ceferino vivió las virtudes evangélicas en grado heroico.
Su reciente Beatificación ha convocado a los fieles de diferentes partes del mundo, interesados en conocer a este nuevo Beato, digno hijo y representante de esta tierra.
CAMINO DE ESTUDIO
A pedido de Ceferino, su padre hace los preparativos para su viaje a Buenos Aires (agosto 1897).
San Ignacio era el punto de partida. La tribu se había establecido dentro del perímetro de ocho leguas que por ley del Honorable Congreso Argentino (24 de agosto de 1894) se les concedió; tres leguas para el cacique y cinco para la tribu.
La caravana integrada por el cacique, un lenguaraz y un primo de Ceferino, fue despedida por la familia. Al llegar a Fortín Uno ascendieron al tren. Ceferino con once años y su padre con ochenta y seis.
En la Estación Constitución se produjo un espectáculo curioso. Un grupo de cien personas que hablaban un idioma extraño se saludaban efusivamente. Antonio Rey, con cincuenta araucanos residentes en Buenos Aires junto a otras personas, le daban la bienvenida al cacique y su comitiva.
En esa oportunidad Rey se dirigió a Namuncurá con estas palabras: “Venimos a recibirlo…somos los mismos paisanos suyos de ayer…Hemos sido y seguiremos siendo súbditos de Ud….le conservaremos el mismo amor de siempre”.
“Cuando le preguntaron a Ceferino la razón de su viaje, respondió:-Vengo a estudiar para ser útil a mi raza”. Esta respuesta fue festejada por los presentes.”
Aquí comienza la búsqueda del nuevo destino para Ceferino.
Deja la Escuela de Náutica del Tigre por no adaptarse al ambiente. Su padre recurre al expresidente Luis Sáenz Peña, quien le recomienda los Colegios Salesianos, de buen nivel educativo y ambiente familiar.
El 14 de septiembre de 1897, el Dr. Luis Sáenz Peña le entrega una nota de recomendación. El 20 de septiembre del mismo año, ingresa Ceferino al Colegio Pío IX de Almagro. Con él ingresa también su primo Albino Namuncura Montiel de catorce años.
El padre José Vespignani (superior, amigo y admirador de Ceferino) los recibe y luego los presenta a Mons. Cagliero. De tal oportunidad existe una fotografía con todos los concurrentes en la que se ve a Ceferino de once años. (Archivo Misiones Salesianas-Bahía Blanca).
“A los veinte meses de estar en el Colegio, demostró saber lectura y escritura, dominio de las ciencias exactas, haber adquirido los hábitos y las costumbres que lució siempre en el trato con los demás” (Tallarico Frontera- Ceferino Namuncura)
Hace Ceferino los notables esfuerzos de adaptación a su nuevo escenario. Avanza en sus estudios rápidamente. Se expresa perfectamente en castellano y lo escribe con impecable caligrafía, la que sólo se altera en los últimos tiempos de su enfermedad, próximos a su muerte.
En 1902 cursa el sexto grado. En todo momento se adapta al estudio, el canto, el juego y la relación afectuosa con sus compañeros y superiores.
Al cabo del primer año de estudios el Director del Colegio dice en un informe: “Ceferino iba aprendiendo el idioma nacional con decisión pero trabajosamente”.
Más adelante estudiará latín y griego, junto al italiano, con el que se comunicará en su viaje a Italia.
En oportunidad de encontrarse con la Reina Madre, Margarita de Saboya, en 1904, conversa con ésta en italiano durante una exposición.
La Reina queda asombrada de su urbanidad, señalando: “A éste joven no le falta nada para ser un caballero”.
En el canto se destacó desde los primeros días en el Colegio, cuando fue probado para integrar el coro. Su maestro testimonió: ”Poseía una linda voz de soprano. Le gustaba cantar las partes a solo. En 1901 se ejecutó la Misa de Capocci y Ceferino cantó a maravilla el “et in terra pax”.
Para los niños del Pío IX era una gran satisfacción el oír cantar al hijo del cacique.
En esa época integró el coro Carlos Gardel (Gardés). Ceferino siempre recibió algún premio en canto. En 1902 obtuvo el premio “digno a alabanza”. Ese mismo premio recibió Carlos Gardel.
De notable memoria, en 1899 obtiene el segundo lugar en el Concurso catequístico que se realiza en el Colegio.
Mientras su salud se lo permite, se destaca en las destrezas físicas y el deporte: juego de pelota, andar a caballo, tiro al arco etc.
Ese mismo año se produjo una inundación en Río Negro, con gran pérdida y destrucción. Para ayudar a los damnificados se formó en el Colegio Pío IX una comisión de alumnos, que presidió Ceferino y en la que realizó tareas destacadas.
CAMINO DE FE
En 1900 es catequista de niños en el Colegio San Francisco de Sales del que es alumno. Afirma: “Es que debo aprender mejor que todos, el catecismo, porque tengo que enseñárselo después a mi gente”.
Participa activamente en las compañías, grupos de niños y adolescentes, que proponían formación y apostolado a sus integrantes.
Ceferino perteneció a estas compañías o grupos: la del Ángel custodio (1900), la del Santísimo Sacramento, la del Pequeño Clero (de los monaguillos), y la de San Luis.
Para atraer y entretener a los chicos había aprendido algunos juegos de prestidigitación, mostrando gran habilidad en sus trucos de magia.
Tiene un gran sentido de solidaridad y comunión con su gente. En carta al Reverendo Padre Director dice:” Algún día, cuando sea grande, le ayudaré a Mons. Cagliero a convertir indios. Los pobres que están allí no saben que hay Dios, no saben que Jesucristo derramó su sangre para salvarnos. Yo tampoco sabía que había Dios, cuando vine, pues entonces debemos rezar por ellos, para que se salven”.
En carta al Padre José Vespignani dice:
…”Pienso ir muy pronto al Seminario Salesiano de Bernal, pues ya me ha dicho S.S.Ilustrísima Mons. Cagliero…para seguir la Voluntad Santa del Señor que me llama a su santo servicio, aunque soy indigno de tan alto honor”.
En un homenaje tributado a Mons. Cagliero en Bs. As. Ceferino dijo un discurso en el que concluyó: “Yo también me haré Salesiano y un día iré con Mons. Cagliero a enseñar a mis hermanos el camino del cielo, como me lo enseñaron a mí”.
A mediados de octubre de 1902 los superiores lo envían a Uribelarrea. Muchas veces ayudaba como preceptor de los chicos de la Escuela Agrícola.
El padre Heduvan comenta:” este joven demuestra un caudal grande de piedad, es de buen temperamento y muy apreciado por los pequeños agricultores”.
Además del Colegio de Almagro, estudia en Viedma y luego en Frascati (Italia).
HACIA EL FINAL
A fines de 1901 aparecen los primeros síntomas de la enfermedad que lo llevaría a la tumba. Lo envían a Uribelarrea, en la esperanza de que el aire del campo le resulte beneficioso.
Más adelante, entre 1903 y 1904 atendió a Ceferino tuberculoso, en Viedma, el Padre Evaristo Garrone, el padre “dotor”.
Testimonio de José Caranta en “Mancebo de la tierra” del P. Entraigas:
“Terminaba el año 1903 y las antiguas dolencias se presentaron nuevamente con vómitos de sangre que le hicieron guardar cama durante una semana y que no le permitieron seguir sus estudios.
Luego de una jornada intensa le dije: “Siento mucho el haberte hecho trabajar tanto” y él me contestó con estas preciosas palabras: “No importa el trabajar mucho, con tal que salvemos el alma”.
Mientras él continúa estudiando, rezando, trabajando, jugando, también la enfermedad prosigue implacable su curso.
En temporadas breves, mejoraba. Pero luego debía dejar sus estudios para volver al tratamiento.
Intentando hallar cura para la enfermedad, Mons. Cagliero decide llevarlo a Italia. En julio de 1904 se produce la despedida. Con dolor Ceferino se aleja de su padre que viajó hasta Viedma para verlo.
Ya en Italia visitan Génova y Turín. El 19 de septiembre viaja a Roma y el 27, con varios salesianos, encabezados por Mons. Cagliero, son recibidos en audiencia por Pío X.
Ceferino dice al Papa unas palabras en italiano. El Papa le responde: ”Bueno, hijo mío, te doy las gracias por lo bien que hablaste del Vicario de Cristo…quiera el Señor que puedas convertir a todos tus hermanos de la Patagonia a Jesucristo. Y yo, a este fin, te doy de todo corazón mi apostólica Bendición. Di a tu papá que el Santo Padre lo bendice a él, a toda su familia y a toda la gente que está en su poder. Dios te bendiga, hijo mío…”
Luego le obsequia una medalla de plata, con las imágenes de María Inmaculada y Pío IX. Previamente Ceferino le había regalado un quillango artesanal.
Continúa su viaje con el P. José Vespignani, recorriendo Florencia, Milán y Bolonia. Al volver a Turín, retoma sus estudios, afirmando el P Zuretti, su profesor que: como estudiante, como compañero y como cristiano, se trataba de un “joven excepcional”.
Más tarde va a Roma, al Colegio de Villa Sora, en Frascati (21 de noviembre de 1904).
Su salud está quebrantada totalmente. En el Colegio no prevén un tratamiento especial para su estado, lo que contribuye a que empeore.
Además, la soledad lo entristece aún más, pues dado el temor al contagio, o por prejuicio racial, se encuentra aislado de sus compañeros, con dificultades en la comunicación.
El P. Ludovico Costa dice: “Fue especialmente admirable en él, el espíritu de piedad, de humildad y de completa resignación a la voluntad de Dios.”
En marzo deja de asistir a clase. Escribe a sus padres.Su caligrafía no es ya tan bella.
El 28 de marzo es internado en el Hospital Fatebenefratelli, atendido por los hermanos de San Juan de Dios, en la Isla Tiberina.
Mons. Cagliero le da los últimos sacramentos. Fallece el 11 de mayo de l905. Sus restos son llevados a Campo Verano Roma)
CONCLUSIONES
Ceferino trasciende las fronteras.
Desde Brasil se ha hecho llegar la propuesta de que sea nombrado Protector de los pueblos indígenas de América Latina.
En todo el país el pueblo fiel vive con gran alegría su reciente beatificación. De muchos lugares del mundo se han comunicado con los difusores de la figura de Ceferino, deseosos de conocer a este nuevo Beato, auténtico hijo de esta tierra.
El folklore le ha dedicado canciones y cantatas. El teatro y el cine han rescatado su figura.
El sentir popular ha sembrado de ermitas a él dedicadas, las diferentes rutas y caminos de Argentina.
Existe una parcialidad mapuche que rechaza y critica a Ceferino por su inserción en la cultura del hombre blanco.
Es evidente, a la luz de la bibliografía consultada, que Ceferino nunca fue obligado a seguir el camino que siguió. Su devoción y su afán por conocer, nacieron de su singular naturaleza. Ni su familia ni el gobierno del “huinca”ni la Iglesia decidieron por él. No fue rehén ni “prenda de paz”.
Se ganó el respeto de multitudes. Veneró a Nguenechen como Padre y Creador del universo. Por ello no dudó en comprender el mensaje crístico que le hablaba de un Dios Padre.
Fue un puente que unió la cultura aborigen con la cultura occidental y cristiana, permitiendo que otros “mapuche” lo siguieran, tomándolo como ejemplo de esfuerzo, trabajo, virtud y dignidad.
Siendo un destacado alumno, que en un lapso de casi siete años completó un nivel de cultura significativo, sería interesante que todos los 26 de agosto (su onomástico), se lo recordara como modelo de estudiante, aludiendo a él como: “Día del estudiante patagónico”. En cada fecha, en las escuelas primarias y medias podría hacerse referencia a sus virtudes, aplicación y humildad