Un 4 de septiembre de 1544 dos pequeñas naos la San Pedro y Santiaguillo, se hacían a la mar en el puerto de Valparaíso. Iban al mando del Capitán General don Pedro de Valdivia, gobernador de Chile y del navegante genovés capitán Juan Bautista Pastene, llevando como asesores a Jerónimo de Alderete y Rodrigo de Quiroga.
Su derrotero les llevaría hacia el sur del país, con el fin de integrar tierras desconocidas entre Valparaíso y el Estrecho de Magallanes.
Fue así como el dos semanas más tarde encontraron un puerto del que tomaron posesión en nombre del rey Carlos V y de su vasallo el gobernador Pedro de Valdivia.
Sobre la inmensa bahía desaguaba un gran río llamado “Ainilebo” en cuya desembocadura se hallaba un poblado llamado “Ainil”. Los españoles, bastante prácticos, bautizaron el río y el puerto con el nombre de “Valdivia”, regresando a Valparaíso sin sospechar que a pocas leguas río arriba existía una rica y poblada aldea de los naturales de la región.
Recién el 12 de febrero de 1552, luego de haber efectuado un reconocimiento del río pudieron tocar tierra en un lugar poblado donde los naturales del lugar poseían extensos terrenos dedicados a la agricultura. Allí se fundó la ciudad que en 1599 sería totalmente destruida por los mapuches que poblaban esas tierras.
Hay que recordar que el año anterior habían dado muerte al gobernador Martín García Óñez de Loyola, en un enfrentamiento que pasaría a la historia como “desastre de Curalaba”, el que tuvo lugar en las cercanías del río Lumaco.
En 1602 se funda el fuerte “Trinidad” en un esfuerzo por repoblar la ciudad, la que debió ser abandonada dos años más tarde.
Recién en 1644 una costosa una expedición de doce galeones solventada desde el Perú por el virrey Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, la que venía al mando de su hijo Sebastián, logra anclar en la bahía de Corral y procede a fortificar la isla de Constatino –Mancera-, Niebla y Corral.
En su fortificación se ocuparon presidiarios. La colonia se concentró en la isla de Mancera, en la que además de la fortificación se construyeron 36 casas con piedra y argamasa y techos de totora; instalándose en ella un hospital y el convento de San Francisco.
La defensa de Valdivia ante cualquier ataque por mar se estimaba poco probable, ya que estaba protegida por los fuertes o castillos de Niebla, Amargos y Corral. Además se hallaban en Mancera los castillos de San Pedro de Alcántara y el castillo de San Francisco de Baides, en el extremo sur de la isla.
Hubo otras fortificaciones y baterías que en un total de quince se perfilaban en las inmediaciones de la bahía y parte del río, lo que permitía un fuego cruzado desde las fortificaciones, provocando la nula oposición de barcos enemigos, lo que daba al lugar el ostentoso nombre de “El Gibraltar del Pacífico”.
Lord Cochrane
Es a fines de 1817, cuando el agente del Gobierno de Chile en Londres don José Álvarez Condarco, propuso a Lord Thomas Cochrane 10º conde de Dundonald, para hacerse cargo de la organización de la escuadra marítima de Chile. Se trataba de quitar a los españoles el dominio del Pacífico, que aún subsistía amparado en fortificaciones como El Callao, Valdivia y Chiloé. Puntos de apoyo que le permitían abastecer sus embarcaciones y la conexión con el preciado virreinato del Perú.
Recién el 28 de noviembre de 1818, Cochrane arriba al puerto de Valparaíso. Muy pronto asumiría el mando de la naciente escuadra chilena con el grado de Vicealmirante, cargo que el Director Supremo Bernardo O’Higgins creó especialmente para el Lord, quien se había distinguido en la marina real inglesa en diversas correrías por el Mediterráneo.
Como una forma de reafirmar su prestigio en el país, luego de una infructuosa campaña en el Perú, arribó a Valparaíso a bordo de la fragata O’Higgins, en la que tomó rumbo a Valdivia con el fin de apresar el navío español San Telmo, del cual se tenían noticias podría estar anclado en ese puerto del sur.
El 17 de enero de 1820 avistó Punta Galera en la gran ensenada valdiviana. A la mañana siguiente, mediante señales pidió un práctico, engañando a la guarnición con la bandera española que lucía la fragata. Muy pronto llegaron al barco el práctico con un oficial y cuatro soldados encargados de darle la bienvenida creyendo se trataba de la fragata Prueba, la que debía arribar en esos días al puerto.
En cuanto abordó la delegación fueron apresados e interrogados sobre la dotación de hombres y armas de las fortificaciones, a la vez que con el práctico se recorrían las costas y se hacían sondajes para conocer las vías de navegación por el río hacia Valdivia. En esta oportunidad, a pesar de que a última hora se le hicieron algunos disparos, Cochrane puso sacar su nave hacia el norte y de paso se apoderó del bergatín Potrillo, que llevaba en sus arcas una gran cantidad de dinero con el pago para la guarnición.
A fines de ese mes, nuevamente el marino inglés navegaba hacia el sur. Esta vez con el apoyo de Ramón Freire, intendente de Concepción quien le facilitó 250 hombres que fueron embarcados en la O’Higgins, la goleta Moctezuma y el bergantín Intrépido.
El 2 de febrero estaban a 30 millas de Valdivia y luego de trasladar todos sus hombres a la Moctezuma y al Intrépido e izar bandera española, dejaron la O’Higgins lejos de la vista de los fuertes.
En la tarde del día siguiente los dos pequeños buques avanzaron hacia la costa enfrentado la caleta Aguada del Inglés, sin despertar sospechas en un primer momento.
Con los soldados y los botes de desembarco escondidos intentaron una sorpresa que sólo funcionó a medias, pero a pesar de todo Cochrane impulsó al combate a sus hombres que debían enfrentarse a una guarnición defendida por 10 baterías que contaba con 110 cañones de bronce en su mayoría de calibre 24, colocados estratégicamente para destrozar cualquier embarcación que se arriesgara a entrar al fondeadero.
Con 250 hombres al mando del mayor Beauchef y 60 infantes de marina iniciaron la toma del Fuerte Inglés, quienes encontraron una enconada resistencia de los soldados realistas que lo defendían, quienes luego de encarnizada batalla trataron de escapar y los que no pudieron hacerlo, se rindieron.
El fuerte San Carlos fue tomado casi sin resistencia por parte de sus defensores; siguiendo los soldados chilenos con la toma de los fuertes del Barro, Amargos y Chorocamayo. Pánico y desconcierto entre los defensores dio lugar a que algunos fuertes fueran entregados prácticamente sin luchar.
Cae Corral
Corral era un fuerte inexpugnable, era el más importante en ese sector y residencia del gobernador de la plaza y su Estado Mayor. Beauchef fue informado que esa fortificación poseía tres puertas y ordenó efectuar los ataques por esos tres lados y por un forado que se había originado al desplomarse una muralla.
Luego de una lucha rápida y violenta los chilenos se adueñaron del fuerte y tomaron numerosos prisioneros, incluido el Gobernador coronel Fausto del Hoyo, quien con una botella de ron esperó la llegada de lo que creyó era un ejército numeroso. Cuando fue informado que sólo 310 hombres habían participado en esta batalla, no podía creer que tan pocos hombres habían logrado vencer las temibles e inexpugnables fortificaciones de las que tanto se enorgullecía el imperio español.
Pero todavía quedaba por tomar las fortificaciones del lado norte del río la isla Mancera y el pueblo de Valdivia, lo que se logró con un mínimo esfuerzo de los soldados de la Escuadra, ya que la desordenada acción de los soldados que huían impidió a los españoles planificar una defensa oportuna.
En un primer instante Cochrane había pensado destruir las fortificaciones, ya que no podía dejar soldados en el lugar en caso que los españoles decidieran recobrarlos. Sin embargo desechó la idea, al considerar que jamás se podría reconstruir un baluarte semejante.
Gracias a esta decisión de Cochrane hoy en día podemos ver algunas de estas fortificaciones como lucían en todo su esplendor, como son Niebla y Corral,
Fuerte Corral de hoy
Desde hace algunos años en el fuerte de Corral se han estado haciendo representaciones de la toma de estos bastiones. En ella intervienen actores y jóvenes estudiantes de la comuna, quienes dan vida a un espectáculo bastante atrayente por el colorido de sus uniformes y la cantidad de personas que integran el espectáculo.
Impresiona llegar a Corral y encontrarse con la guardia formada por soldados españoles del siglo XIX, los que perfectamente uniformados reciben a los visitantes quienes pueden apreciar detalles como las voces de mando de la época, los fusiles y el desfilar de la tropa hacia el fuerte al son de un tambor, el que por medio de sus redobles nos remonta a los años en que sucedieron estas acciones que hoy son causa de admiración de turistas de todas partes del mundo.
Luego en el interior del fuerte se desarrolla la principal parte de la acción en la que al rumor de los mosquetes se une el tronar de los cañones que despiertan a la vida luego de tantos años de descanso frente a las aguas del Pacífico.