En Lautaro cierra temporada el Circo Alondra

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Genuinos representantes del circo chileno, pocos saben que es el más antiguo de Chile, anterior al otrora famoso “Aguilas Humanas”, el “Bufalo Bill”, el “Franckfort” y tantos otros que han dado vida a la escena bajo la carpa en ciudades y pueblos de norte a sur del país.

Cuando ya se apresta a cerrar la temporada, el circo “Alondra” llegó a Lautaro procedente de Temuco. Se instaló en Avda. O”Higgins frente a la estación de ferrocarriles, quizá para recordar un poco su pasado de circo transportado por el ferrocarril, cuando en los duros días del circo nacional las empresas no conocían los camiones y sus lugares de actuación eran precisamente los sitios aledaños a la estación ferroviaria de pueblos grandes y chicos. Allí instalaban sus carpas, delgadas, de tocuyo, por las cuales el viento se colaba por todos lados.

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El Circo “Alondra” es el más antiguo de Chile. Fue creado en 1935 por Pedro Inostroza, un soñador de los alrededores de Temuco que se casó con una niña actriz de teatro. Juntos empezaron con una pequeña compañía en una vieja carpa que con los años se convirtió en el actual circo, el que nunca ha perdido la identidad familiar.

Allí, rodando por los pueblos del sur se iniciaron de niños los “tonys” “Cascarita” (71) y “Cuchito”(73). Son hermanos. Se llaman Eduardo y Pedro Inostroza, quienes con la vitalidad que les da cada día de actuación dirigen la empresa como en el primer día. Trabajan desde Chillán a Puerto Montt y bajo la carpa actúan sus hijos y nietos, todos nacidos bajo la esencia más pura del circo chileno. Con seguridad deben ser los payasos más viejos de la gran carpa nacional.

Lamentablemente el circo no tiene la audiencia ciudadana de antaño, pero como dicen los circenses  «mientras haya niños en el mundo, el circo no morirá”, porque el circo es alegría, es atracción, es ver payasos con la cara pintada, trapecistas voladores y equilibristas que le andan robando instantes de vida a la muerte. Porque en realidad un accidente puede ocurrir en cualquier momento. Mientras preparábamos esta crónica la pequeña Alondra Manríquez Inostroza, una lola quinceañera que hace maravillas en el alambre, en los momentos a que se preparaba a terminar su número con el “paso de la muerte” (en que cruza el alambre con la vista vendada), repentinamente cedió uno de los cables que sustentaba el armazón en que se realizaba el número, cayendo la artista al suelo desde unos tres metros, con la natural expectación del público presente. Afortunadamente la pequeña pudo salir sin graves complicaciones de este accidente y abandonó la pista por sus propios medios.

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Pero como dice el viejo dicho, la función debe continuar. El maestro de pista hizo un alto momentáneo y luego siguió con el espectáculo cuya mayor atracción eran precisamente los “trapecistas voladores”, quienes supieron sacar provecho de sus habilidades para entregar una hermosa presentación al poco público que había acudido a la función de la fría tarde lautarina.

Tuvimos oportunidad de ver pintarse a los payasos “Cascarita” y “Cuchito” en la casa rodante del primero. Allí la mesa comedor sirve de improvisado camarín para este importante menester, donde las paredes están adornadas con algunas imágenes de payasos y otros recuerdos del circo. También lo hacen allí los pequeños payasitos “Raquetita Jr.” y “Pulgarcito”, quienes practican sus primeras armas en el aguerrido “batallón de la risa”, como se les promociona en la camioneta en que se hace el tradicional “convite circense” por las calles de la ciudad.

De alguno de los armarios “Cascarita” saca un espejo de regular tamaño, un pedazo de metal y una vieja tuerca de grandes proporciones. Es proverbial verlo armar su antiguo espejo al que el metal sirve de sostén y la tuerca de base para evitar que se mueva. Así se inicia una ceremonia lenta, tranquila, en la que comienza a aplicarse algunas cremas especialmente preparadas por él. Poco a poco su rostro enjuto por las arrugas ganadas en cientos de actuaciones en que miles de niños han esbozado una sonrisa durante sus rutinas, Eduardo Inostroza va desapareciendo para dar paso a uno de los payasos más antiguos, con más de sesenta años de experiencia en las pistas chilenas.

Algo similar hace Pedro y poco a poco los hermanos Inostroza se han convertido en “Cascarita” y “Cuchito”, hermanos en la vida real y en la pista, los mismos que en sus buenos tiempos fueron requeridos por circos como “Las Águilas Humanas”, “Thiani”, “El Tony Caluga” y varios otros. Sin embargo ellos nunca abandonaron totalmente la carpa paterna. Aquí nacieron y aquí entregarán las “armas” del “Batallón” cuando sea la hora.

Acostumbrados a funciones en que el público llena el circo, también, en muchas ocasiones éste no llega en las cantidades necesarias para sacar los gastos y este día parece ser uno de esos. Alguien comenta que no hay ni cincuenta personas, pero el maestro de pista, el distinguido “Señor Corales” del circo ya ha tomado su micrófono y con lenguaje florido y elegante anuncia que en pocos minutos se dará inicio a la función.

Así se inicia una nueva jornada para los artistas de la vieja familia circense chilena en la que, como es natural, hay niños y jóvenes. Converso con Rodrigo Inostroza mientras practica monociclo con otros parientes por el sector antes de comenzar la función.

Payasos Cuchito y Cascarita
Payasos Cuchito y Cascarita

Este joven veinteañero es una clara muestra de que el circo está cambiando día a día. Su educación básica y media, al igual que sus hermanos, la cumplió en cada lugar donde el circo llegó a hacer sus presentaciones, ya que una ley de los años del Presidente Jorge Alessandri permite que la familia circense pueda enviar sus niños a clases llevando un certificado de asistencia por los lugares en que se vaya desplazando el circo. Fue así como hace cuatro años ingresó a la carrera de Ingeniería en Administración de Empresas en la Universidad de La Frontera de Temuco. Pero esto no le ha significado dejar el circo de lado ya que al término de la semana de clases regresa a su casa circense y junto con estudiar lo necesario realiza sus actuaciones como siempre.

Conversamos sobre la nueva carpa comprada en México, el mayor orgullo de la familia, la que tuvo un alto costo pero que proyecta una nueva y moderna imagen del circo. Ya no es necesario bajar la carpa en días de lluvia, además el espectador se siente más acogido y protegido del frio sureño que en estas fechas ya se hace sentir.

Rodrigo es bastante locuaz, más que su abuelo, por lo que le hago algunas preguntas sobre la parte económica del circo. Admite que todos los artistas reciben un pago semanal, es lo que se ha acostumbrado desde siempre, pero no da cifras, se escabulle. A lo mejor estas preguntas no eran necesarias, pero lo que queda en evidencia es que todo se hace de acuerdo entre la familia, a la que se refiere con respeto, el mismo que manifiesta al hablar sobre sus padres y abuelos. Precisa que el no está integrado a la parte administrativa del circo, pero sí que da algunas opiniones cuando lo cree necesario.

Pero, ¿Que espera este muchacho, estudiante universitario, de la vida del circo? Sin ninguna duda es el gran dilema que tendrá que resolver en algún momento cuando tenga el cartón en la mano, pero del cual aún no ha decidido nada. Cuando le consulté a su abuelo “Cascarita” me expresó:

– Seguramente tendrá que dejar el circo para seguir su profesión.

Al término de la entrevista concurro a la casa rodante de “Cascarita”. Ya han cambiado sus trajes de actuación para la segunda parte. Ahora junto a “Cuchito” son unos payasos más distinguidos, de humita y corbata, para impresionar al respetable, sólo sus zapatos de media legua, sus trajes coloridos y sus divertidas pelucas indican que los viejos payasos todavía están vigentes y como hay niños a los que hay que sacarle una sonrisa se introducen bajo la carpa para provocar las más divertidas carcajadas.

Fuera de la carpa el frio arrecia, pero así es la vida del circo, sacrificada, aunque con mejores condiciones de vida que hace cincuenta años y así seguirá siendo mientras existan payasos y mientras existan niños.

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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