Primeros Correos Aéreos en Chile -1912 – 1920-

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Cuando se demostró que el avión podía desplazarse a grandes distancias y que sus motores podían resistir el paso de las horas sin sufrir averías, se dio un gran salto en el desarrollo de la aviación. 
 
Ahora venía otra etapa más difícil; ya los aviones cruzaban montañas y océanos, había pasado la fase de las demostraciones de feria en circuitos de cancha y era necesario buscar usos prácticos a estas naves aéreas. La etapa pionera de la aviación francesa comenzaba a dar sus frutos; ¡si hasta los propios hermanos Wrigth habían participado en ella! Así, los militares le confieren labores de observación, bombardeo y fotografía aérea; en tanto la aviación civil comienza a insinuarse en vuelos con pasajeros en largas distancias y aprovechando espacios libres en sus máquinas, a transportar valijas de correo, contando para ello con la experiencia lograda durante años en globos y dirigibles. 
 
Es a través de la década del diez que nuestros pioneros también participan de este proceso y realizan algunos tibios intentos de correos aéreos. De su estudio he logrado sacar a luz unos cuantos, unos más meritorios que otros, pero que colaboraron en el proceso de dar un paso adelante en el desarrollo de la aviación de nuestro país.
 
LOS PRIMEROS INTENTOS 
 
El Teniente Eduardo Molina Lavín, quien había realizado sus estudios de aviación en Francia junto al Capitán Manuel Avalos Prado, regresó al país en marzo de 1912. La inquietud por volar en la patria, para demostrar que su brevet de aviador otorgado por la Federación Aeronáutica Internacional, era genuino, le llevó a tomar contacto con los hermanos Copetta, quienes habían construido un aeroplano llamado «El Burrito», con un motor Anzani de 25 HP, de tres cilindros. 
 
El 4 de abril de 1912 efectuó algunos vuelos a regular altura en Batuco, siendo el primer oficial de Ejército en volar en el país. Debemos recordar que todavía Chile no contaba con aviación militar, a pesar de tener gente estudiando aviación en Francia. Por lo tanto, Molina no perdía la oportunidad de realizar algunos vuelos, cada vez que tenía oportunidad de hacerlo. En marzo de ese año apareció por Chile el aviador francés Marcel Paillette, quien una vez realizadas sus presentaciones, vendió su biplano Farman al Teniente Molina.
 
Nuestro aviador realizó su primer vuelo de prueba en este avión el 25 de junio en la Chacra Valparaíso. El 29 de ese mes realizó un nuevo vuelo de ensayo, que culminó con una falla de motor y el Farman montado sobre un árbol. Reparadas las averías, el 13 de julio Molina efectuaba su primera presentación ante el público del Club Hípico, habiendo despegado de la chacra Valparaíso alrededor de las 16:00 horas., desde donde se dirigió al centro de la ciudad. 
 
Cuando los espectadores del Club esperaban ver aterrizar al piloto, este pasó de largo, lanzando a la pista el siguiente mensaje: «al público: Pido excusas por no poder aterrizar en el Club a causa de que no he conseguido que se despeje la cancha de las nuevas empalizadas y porque el motor no funciona bien (Fdo.) Eduardo Molina Lavín». Este es el primer registro de un mensaje lanzado desde un más pesado que el aire en nuestro país. Hecho anecdótico, ya que fue realizado por un piloto militar que no pertenecía a una organización aeronáutica definida, porque simplemente esta todavía no se creaba oficialmente en nuestro Ejército. 
 
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Una de las más fervientes ideas de Luis Acevedo cuando regreso de Francia, donde se convirtiera en piloto aviador, fue la de que el Estado Chileno creara su propia Escuela de Aviación. Cada vez que tenía oportunidad de expresarlo, este joven pionero de los cielos nacionales, lo voceaba a quien quisiera escucharlo, con el convencimiento de que el país necesitaba contar con este adelanto de la ciencia que permitiría unir una tierra en que sólo el ferrocarril y el barco eran los medios eficientes de movilización, ya que de caminos poco se podía hablar en esa época. 
 
Fue así como a mediados de 1912, Acevedo se trasladaba al norte en una gira que lo llevaría a Antofagasta e Iquique, la entonces rica zona salitrera, donde realizó varios vuelos. El 31 de agosto, a bordo del vapor Maipo, llegaba el aviador a Iquique. Su arribo atrajo a miles de personas que querían conocer a este mapochino que de encuadernador primero y cantinero luego, había pasado a disputarle un espacio a los cóndores en su frágil máquina aérea. 
 
Dos vuelos efectuó el popular aviador en la ciudad nortina, utilizando para sus evoluciones el hipódromo, ubicado en un lugar inmediato a la popular playa Cavancha. Fue en uno de éstos vuelos que el aviador enfiló la proa de su avión hacia el mar, hasta un lugar cercano donde una veintena de buques de la Escuadra Nacional realizaban maniobras de combate. Simulando ser un avión enemigo, evolucionó sobre los navíos, cuyos tripulantes todavía no podían imaginar que a corto plazo el arma aérea tendría un lugar de preeminencia en los cielos del mundo. 
 
En un momento determinado Acevedo tomó altura y picó sobre la nave insignia de la flota y al pasar sobre cubierta arrojó un mensaje a nuestros marinos en los siguientes términos: A la Marina Chilena Yo doy la bienvenida, desde las alturas, por la felicidad de mi arribo a esta bahía, que es la gloria de Chile. Estoy contento en este día, que puedo demostrar cuánto el aeroplano serviría a la defensa nacional, no solamente en el Ejército terrestre, sino al mismo tiempo en nuestras fuerzas de mar. Nuestra nación debe imitar los adelantos de la Europa, que ya cuenta con la cuarta arma, que es la navegación aérea. 
¡Debemos fundar la Escuela de Aviación!
¡Viva Chile!
¡Viva la Marina!
¡Viva el Ejército! 
Luis Acevedo (Aviador Nacional) 
 
En tierra, el fervor popular de los pampinos estallaba en aplausos delirantes cada vez que el piloto realizaba tan arriesgadas maniobras y es posible que muchos ni se dieran cuenta que el aviador había dejado caer este mensaje en su picada sobre el buque insignia.
 
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La primera tentativa de correo aéreo realizada por el piloto Clodomiro Figueroa Ponce, tuvo lugar el 25 de marzo de 1913, durante el raid Batuco-Valparaíso-Santiago, sin escalas, con el que el aviador, según su propia confesión dejó en alto el honor nacional, luego de que el italiano Napoleón Rapini, de paso por chile, realizara el raid Valparaíso -Santiago-Valparaíso, con escala en la Capital. 
 
Don Cloro, preparó su “Caupolicán”, un avión armado con el motor Gnome de 50 HP del Bleriot que Acevedo había destruido días antes en el Club Hípico, además de las alas y otras piezas del aeroplano en el cual nunca pudo volar Eduardo Stockelbrand. Este verdadero engendro de avión fue armado por los hermanos Copetta y su mecánico francés Henry Goudou. El día anterior al raid, el aviador y su equipo durmieron agradablemente en las casas patronales de la hacienda Batuco, de propiedad de don José Filomeno Cifuentes, con el fin de poder estar tempranamente en el que fuera el primer campo de aviación destinado a estos fines en nuestro país. 
 
Cabe señalar que en esos años, para cubrir la distancia de 30 kilómetros desde la Capital, solamente se contaba con el ferrocarril de Santiago a Valparaíso, el que tenía detención en la estación Batuco. Tempranamente el día del vuelo, Figueroa, la familia Cifuentes en pleno y su amigo Lisandro Santelices, se dirigieron alegremente en varios carruajes al campo aéreo, donde los mecánicos Goudou y Copetta colocaban a punto al “Caupolicán”, que antes de las ocho de la mañana ya estaba listo para emprender el vuelo. 
 
Figueroa fue despedido por los presentes, momentos en que la joven Carolina Cifuentes puso la nota romántica, al entregar al valeroso aviador un hermoso ramo de jazmines, presagio de la victoria que esperaba al piloto en su lucha aérea. Al primer tirón de la hélice el motor se puso en marcha. Con 40 kilos de exceso, Godou confidenció a Figueroa: “si el aparato decola estamos salvados”. Y afortunadamente el aparato decoló y en breves minutos se elevaba a trescientos metros, siguiendo la línea del ferrocarril, la mejor carta de navegación de la época. 
 
Luego de una hora cuarenta minutos de vuelo, el aviador volaba sobre Viña del Mar. Cuando cruzaba la ciudad, nuestro aviador sacó de su bolsillo una carta que llevaba preparada para los hermanos Rapini y la lanzó sobre la ciudad, la que fue encontrada en el cerro del Castillo por don Edgardo Acevedo, quien luego de leer el mensaje del sobre la hizo llegar a su destinatario. El sobre decía: “Ruego a la persona que encontrare esta carta, la haga llegar a su destino. Se lo agradecerá el aviador nacional Clodomiro Figueroa” La dirección era: “Los aviadores Napoleón y Miguel Rapini, Hotel de France, Viña del Mar”. Raid Batuco-Valparaíso-Santiago. En su interior el sobre llevaba una esquela que decía: Clodomiro Figueroa P., Saluda atentamente al valiente Napoleón y al intrépido Miguel Rapini. Quiero que al partir de Chile lleven como un recuerdo, en compañía de su hermana Elena, el saludo cariñoso de su amigo, desde el hermoso cielo azul de la Patria. Deséoles que siempre les acompañe la fortuna, coronando sus frentes de laureles conquistados para la gloria de Italia. Marzo 25 de 1913.- Clodomiro Figueroa. 
 
En breves minutos Figueroa ya sobrevolaba Valparaíso. Aquí lanzó su segunda carta, dirigida a la prensa, la que fue encontrada por don Demetrio alvear. Esta decía así: Clodomiro Figueroa P., saluda atentamente a la Dirección del Mercurio, El Día, El Chileno y La Unión, y les ruega que en su nombre pida perdones al distinguido público de Valparaíso por no tener el placer de aterrizar con su “Caupolicán” en tierra porteña. 
 
El honor de la Patria exige que procure, como chileno, sobrepasar al bravo Napoleón Rapini. Porteños: hasta luego.- C. Figueroa. Más tarde Figueroa agradeció el gesto del ramo de flores de Carolina Cifuentes, con una hermosa esquela adornada con una rosa, que la Revista Zig-Zag publicó en un artículo sobre el aviador. Estos fueron los dos primeros ensayos de correo aéreo practicados por estos meritorios pioneros en aquellos primeros años de nuestra naciente aviación.  
 
EL CORREO ANCUD-PUERTO MONTT DE DAVID FUENTES
 
Durante muchos años las páginas del Diario El Llanquihue, de Puerto Montt, y otros diarios de provincia, guardaron celosamente la información de un trozo de vida provinciana en la que el aviador David Fuentes Sosa y su Bleriot “Talcahuano” tuvieron una participación destacada. 
 
Sin embargo cabe preguntarse ¿Qué pasó que esta información no repercutió en los diarios capitalinos? Y la verdad es que son muchas las preguntas que podrían hacerse y que naturalmente no tendrían una respuesta adecuada. Sólo el escritor aeronáutico portomontino Sergio Millar soto vino a rescatar, en parte, la historia de este vuelo en su libro Caballeros del Aire Austral, editado en 1994. 
 
Lo cierto es que entre el 10 y el 11 de diciembre de 1916, nuestro aviador llevó a cabo el primer correo aéreo conocido hasta la fecha, en nuestro territorio. Fuentes había tenido un año espléndido. El 4 de marzo le correspondió volar con un acompañante de resonancia mundial, nada menos que el mismísimo Santos Dumont, a quien llevó a Viña del Mar con motivo del programa de la Primera Conferencia Aeronáutica Panamericana. A mediados de año realizaba una gira por el sur del país acompañado del aviador Eugenio Castro y el mecánico Alfredo Vidal. 
 
El día 1º de noviembre había cumplido la hazaña de cruzar por primera vez el Estrecho de Magallanes, uniendo Punta Arenas con Porvenir. De igual forma realizó en Punta Arenas un vuelo en el que por primera vez se lanzaron volantes de propaganda sobre la ciudad. Posteriormente el aviador se dirigió en vapor a Puerto Montt, desde donde embarcó el Talcahuano en el transporte Casma de la Armada Nacional, con rumbo a Ancud, donde realizó algunos vuelos con pasajero y el día 10 de diciembre a las 06:45 horas emprendía el vuelo llevando como pasajero a don Federico Mücke y un cargamento especial: Un paquete con cartas del correo para su similar de Puerto Montt. 
 
Lamentablemente el viaje sufrió un considerable retraso, ya que al llegar al Canal de Chacao se descompuso la brújula, situación que unida a una espesa neblina que cubría el sector, hizo extraviar la ruta al piloto. A las 10 de la mañana, temiendo lo peor zarpó una pequeña expedición de tres escampavías de la Armada en busca de los viajeros, los que fueron ubicados al día siguiente en el pueblo de Contao, donde afortunadamente habían aterrizado sin novedad. Desde aquí tuvieron que dirigirse en bote a Calbuco en busca de combustible, el que habían consumido totalmente buscando un lugar apropiado para aterrizar. 
 
El día 11 de diciembre, cerca de las seis de la tarde, los pitos de los vapores anunciaban que el avión se aproximaba, causando la expectación de los cientos de curiosos que esperaban de temprano el regreso del “Talcahuano”. Momentos más tarde, junto a la estación de ferrocarriles, Fuentes realizaba un perfecto aterrizaje y piloto y pasajero descendían sonrientes de la máquina. En ese momento se acercó al aviador el Administrador de Correos don Arístides Díaz, quien preguntó por la correspondencia enviada desde Ancud. Fuentes entregó al Administrador un pequeño paquete con cartas, que al decir del diario El Llanquihue, que cubrió la información, era la primera correspondencia que se enviaba por el aire desde Ancud a Puerto Montt. 
 
Yo tendría que decir que el periódico se equivocaba, ya que esa no era la primera correspondencia aérea entre Ancud y Puerto Montt. Era realmente el primer correo aéreo realizado en el país y ellos estaban viviendo ese momento histórico al que nadie dio mayor importancia. Entre las cartas venía una nota del Primer Alcalde de Ancud, dirigida a su similar de Puerto Montt, la que afortunadamente publicó El Llanquihue en su edición del 12 de diciembre:
 
“Ancud, 10 de diciembre de 1916. El infrascrito, Primer alcalde de Ancud, tiene el particular placer de saludar efusivamente a su distinguido colega de la ciudad de Puerto Montt, aprovechando los progresos de la navegación aérea, en el primer raid de esta ciudad a la capital de Llanquihue, felizmente iniciado hoy por el intrépido piloto aviador Señor David Fuentes, quien con admirable seguridad y pericia gobierna a su querido “Talcahuano Bleriot”, de cuyo hecho quiere dejar constancia, como feliz augurio de futuro acercamiento y de progresos no lejanos de estas provincias australes. Luis Alvarez Gallo. 
 
Al parecer sólo esta nota queda de este primer correo aéreo realizado en nuestro país. Seguramente los sobres y las cartas que viajaron en el avión fueron destruidas o perdidas por sus destinatarios, quienes a lo mejor tampoco supieron que ellas habían llegado por este medio a sus manos. De seguro tampoco hubo sellos ni notas especiales en los sobres, ya que de haber sido así, más de algún filatélico habría reclamado la validez de este correo. CORREO AEREO SANTIAGO – VALPARAISO – SANTIAGO  
 
Ese día 1º de enero de 1919, parecía ser otro día del calor tórrido que invade la capital en esa época. La ciudadanía todavía no terminaba de dar los clásicos abrazos de Año Nuevo, cuando los más entusiastas ya llenaban las tribunas del Club Hípico, donde, con motivo de la tradicional celebración del torneo militar de año nuevo, el aviador Clodomiro Figueroa Ponce daría inicio a un nuevo raid Santiago – Valparaíso – Santiago, vuelo en el que el popular aviador realizaría el primer correo aéreo al puerto. La planificación del vuelo incluyó el diseño de una estampilla con la foto del aviador, a la que en su parte superior se le colocó la frase “Correo Aéreo”, en el centro la foto rodeada por un óvalo y en ambos costados se indicaba su valor : “cinco pesos”. En la parte inferior se ubicó la leyenda “Aviador Figueroa”. Rodeaba el óvalo una artística viñeta, El dentado de cada una de esta particulares estampillas fue realizado con una máquina de coser. 
 
El diseño fotográfico fue realizado por Aurelio Vera, profesional de categoría de la época, amigo y fotógrafo oficial del aviador, quién además estampó su rúbrica sobre la foto. La venta de los sellos se realizó con la debida anticipación en el Aéro-Club, Fotografía Vera, Confitería Palet, algunos diarios y otros locales que colaboraron en su colocación al público. Los pormenores de la preparación del vuelo habían sido profusamente difundidos por la prensa, como era costumbre en Don Cloro, quien se valía de este medio para invitar al público a ver sus populares volaciones. 
 
A las 08:30 horas el aviador ya estaba listo para el despegue. En esos momentos, de manos del Capitán y Piloto Militar Enrique Pérez Lavín, Figueroa recibió oficialmente la saca con correspondencia, la que contenía 539 cartas (según fuentes de la época), siendo ubicada en el interior del avión, el cual tomó pista y se elevó majestuoso con su carga de cartas y saludos de Año Nuevo rumbo al puerto de Valparaíso, mientras el numeroso público reunido en dicho lugar aclamaba al piloto. Era éste un correo especial. 
 
En primer lugar era el primer correo aéreo particular que se realizaba en nuestro país, ya que Correos de Chile no tuvo intervención oficial en la recepción de la correspondencia y cuando fue necesario entregar parte de ella al correo porteño, además del sello aéreo del aviador, se colocó a cada carta el franqueo oficial correspondiente. 
 
Después de una hora y quince minutos de vuelo, el Bleriot “Valparaíso”, de 80 HP, realizaba un feliz aterrizaje en Playa Ancha. El piloto distribuyó la correspondencia a los principales diarios de Valparaíso, y el resto de las cartas fue entregada por un servicio de automóviles, previamente concertados para su reparto, obteniendo los mensajeros como remuneración un peso por cada una de las cartas que contenía la valija. 
 
Debido al fuerte viento reinante, Figueroa debió aplazar hasta las 19.05 horas el regreso a Santiago. Una muchedumbre entusiasta avivó al piloto en los momentos de elevarse en Playa Ancha con destino a la Capital. Media hora antes de llegar a Santiago fue sorprendido por la obscuridad. Antes de aterrizar el aviador dio una vuelta sobre la ciudad, que a esa hora ofrecía un hermoso aspecto con la iluminación de algunos edificios como Gath y Chávez, Casa Francesa y otros edificios céntricos, debiendo tomar toda clase de precauciones para el descenso en el Club Hípico, donde solamente lo esperaba un pequeño grupo de amigos, quienes le marcaron la pista con algunas luces, aterrizando Figueroa sin novedad, luego de una hora y treinta minutos de vuelo. 
 
Sin pérdida de tiempo, Figueroa se trasladó a la oficina de “El Mercurio” y “El Diario Ilustrado”, donde hizo entrega de aproximadamente cuatrocientas cincuenta cartas, las que fueron distribuidas esa misma noche. 
 
Luego el aviador se dirigió a la Moneda para hacer entrega de cartas al Presidente de la República y al Ministro de Guerra, enviadas por el Círculo Naval. LOS PROYECTOS PERDIDOS Al término de la Primera Guerra Mundial los países beligerantes se encontraron con una indeterminada cantidad sobrante de material de vuelo, al que rápidamente había que buscarle colocación en tiempos de paz. 
 
Una gran cantidad de estas máquinas sirvieron para compensar a países como Chile, al que se le habían retenido buques de guerra que estaban en construcción en sus astilleros. Por este aporte involuntario, Chile recibió 36 aeroplanos y 14 hidroaviones de parte del Reino Unido, con cuyo material llegó también el instructor Víctor Huston, quien con estas máquinas dio un nuevo impulso a la aviación militar de nuestro país. 
 
En diversos países donde la empresa privada había aportado capitales, fábricas y tecnología, se buscaba la forma de que sus aviones sobrantes o en etapa de producción, pudieran tener una utilidad práctica. Fue así como se incentivó el transporte aéreo, que ya realizaban con éxito los dirigibles desde antes de la guerra. Bombarderos con capacidad para tres o más personas fueron adaptados para esta nueva actividad comercial. Los Estados, preocupados también de esta situación, comenzaron a enviar por el mundo diversas misiones, tanto comerciales, como informativas, sobre sus acciones en la Gran Guerra. 
 
Fue así como en los primeros días de enero de 1919, los chilenos se enteraban por la prensa que don Agustín Edwards, Embajador de Chile en Londres, había recibido un memorándum presentado por la Casa Vickers y Cía, en la que se consultaba hasta qué punto el Gobierno chileno estaría dispuesto a contribuir financieramente al establecimiento en Chile de la aeronavegación comercial. 
 
Las bases que ofrecía la empresa eran las siguientes: – Fundación de una Sociedad de Transportes Aéreos, para la conducción de correspondencia, pasajeros y carga. – Se comenzaría con un capital de cien mil libras y ochenta mil libras más para la explotación durante el primer año. – Se traerían seis hidroplanos y seis aeroplanos. Si la empresa tuviese éxito se desarrollaría su acción hasta fabricar los aparatos en el país y fundar y sostener una escuela de aviación. – Cada pasajero pagaría $ 0.31 oro por cada kilómetro y de $0.83 la tonelada de carga por kilómetro. Los aviones se desplazarían a una velocidad de 129 kilómetros por hora. – Sobre esta base, la empresa calculaba las entradas anuales en unas 120.000 libras. – El viaje entre Santiago y Valparaíso demoraría 46 minutos. Entre Punta Arenas y Puerto Montt la demora sería de doce horas. 
 
En el documento elevado por el Embajador a nuestro Gobierno, expresaba que para impulsar y desarrollar la aeronavegación comercial, deberían hacerse inversiones en aeródromos y, antes que nada, crear un organismo administrativo especial que tome a su cargo todo lo relacionado con el ramo. 
 
Debemos recordar que la casa Vickers era la constructora de los entonces afamados bombarderos pesados Vickers Vimy, bimotores que durante el año 1919 participaron en el primer cruce del Atlántico y en el vuelo de Gran Bretaña a Australia. 
 
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También durante ese mes visitaba Chile el periodista italiano Aquiles Ricciardi, quien se entrevistó con el Ministro de Relaciones Exteriores y luego dictó una conferencia en la Universidad de Chile. El fin de su visita estaba relacionado con la implantación de una línea aérea entre Génova y Santiago de Chile. 
 
Durante su estada en nuestro país, Ricciardi se hizo acompañar del doctor Juan Noé, quien lo presentó a nuestras más altas autoridades. En febrero de 1919 también visitaron Santiago los representantes de Handley-Page Bruce Douglas e Ivor Berlins, este último Mayor del Ejército Británico, quienes solicitaron facilidades al Gobierno para instalar un servicio aéreo entre el centro y norte del país. 
 
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Como podemos ver no fue una, sino varias las ofertas para establecer líneas aéreas en nuestro país antes de 1920. Es posible que en aquellos años nuestro Gobierno considerara elevados los costos de mantenimiento de una línea de estas características, o lo que se conocía hasta esa fecha como máquinas aéreas en el país eran demasiado precarias como para pensar que Chile podía aspirar a tener un sistema de aeronavegación comercial, rápido y seguro, como el que recién comenzaba a instaurarse en Europa. 
 
Así el correo aéreo y el transporte de pasajeros y carga, perdieron su oportunidad (la más clara presentada por la firma británica Vickers), de contar tempranamente con una línea aérea. No obstante, estas iniciativas habían logrado despertar una cierta conciencia de lo que significaría el transporte aéreo dentro del país. 
 
Por otra parte, ratificando lo adelantado que llegaron a estar algunas conversaciones de esta índole, basta recordar la iniciativa de la Cía. The Chile Exploration Co., la que en abril de 1919 inició la construcción de un hangar en Tocopilla, con el fin de establecer un correo aéreo de correspondencia y remesas de dinero.  
 
EL PRIMER CORREO AEREO INTERNACIONAL
 
El primer correo aéreo internacional llegado al país tuvo caracteres especiales. Lo trajo desde Buenos Aires el Teniente de la aviación italiana Antonio Locatelli. El vuelo obedecía a un gesto de confraternidad realizado por la Misión Aeronáutica de Italia, que había arribado con sus aviones a Buenos Aires el día 13 de marzo de 1919 en el barco “Tomaso di Savoia”, el que además trajo un numeroso contingente que había luchado bajo las banderas aliadas durante la Primera Guerra Mundial. 
 
Comandaba la misión el barón Antonio de Marchi y la integraban prestigiosos oficiales, suboficiales y personal técnico que había participado también en la citada contienda bélica. Destacaba entre sus oficiales el Teniente Antonio Locatelli, conocido piloto de la época, que ostentaba sobre su pecho tres medallas de plata y una de oro al Valor Militar, concedidas por su país en mérito a sus distinguidos servicios prestados como aviador. Locatelli pertenecía a la 87ª Escuadrilla de Observación, dotada con aviones Ansaldo S.V.A.5, monoplaza, de 220 HP, destacando en su hoja de vida un vuelo de reconocimiento sobre Friedrichshafen, acompañado de Ferrarín, el 21 de mayo de 1918, con un recorrido aproximado de 700 kilómetros. T
 
ambién había participado en el llamado “raid pacífico sobre Viena”, en el cual el poeta Gabriele D’Annunzio, voló en un avión piloteado por Natalle Palli, vuelo en que se recorrieron casi 1.000 kilómetros, un 80% de ellos sobre territorio enemigo. En la oportunidad se lanzaron proclamas escritas por el poeta y se tomaron fotos de la ciudad; en síntesis, un temerario vuelo de observación en pleno día. 
 
Es posible que estos méritos pesaran sobre sus compañeros para que se le concediera la autorización para realizar el raid del Atlántico al Pacífico, uniendo Buenos Aires con Viña del Mar y Santiago. 
 
Locatelli inició su raid en solitario en horas de la mañana del 22 de julio de 1919 en un avión Ansaldo S.V.A.5 de 220 HP tipo “Viena” (llamado así por haber participado en el referido raid), desde el campo aéreo de El Palomar, con el propósito de unir en vuelo directo Buenos Aires con Santiago. Como carga adicional traía una valija con correspondencia oficial, sellada por el correo bonaerense, destinada a convertirse en el primer correo internacional entre ambas naciones. Sin embargo el fuerte viento en contra frenó al SVA, debiendo aterrizar en Lagunitas, entre borbollón y Algarrobal, luego de un vuelo de cinco horas en el que se desplazó 1200 kilómetros. 
 
El día 30 de julio, luego de haber superado algunos pequeños inconvenientes, Locatelli reanudó su vuelo desde Algarrobal a las 7:23 horas, trayendo la primitiva valija de correo (que fue incrementada en Mendoza) en la que podía leerse un sello especial, como procedente del Segundo Correo Aéreo Internacional. 
 
De acuerdo a versiones de prensa la saca contenía 171 cartas simples, 83 impresos y un paquete especial para el diario El Mercurio, de Santiago. A las 09:25 horas. Luego de dar algunas vueltas por el puerto de Valparaíso, Locatelli colocaba ruedas en el Sporting Club de Viña del Mar. Desde allí una cálida recepción de connacionales le llevó hasta el Club de Viña y luego a Valparaíso. 
 
En tanto, en Santiago, una nutrida delegación de la colectividad italiana y autoridades militares y políticas esperaban al aviador, quien despegó de Viña a las 16:40 horas. Su llegada revistió caracteres de triunfo. Luego de beber una copa de champaña en el casino de la Escuela, Locatelli se dirigió en automóvil al correo central, donde entregó oficialmente la valija con el correo internacional. Entre sus cartas venía una nota especial dirigida por el baron de Marchi al Presidente de la República Juan Luis Sanfuentes, la que textualmente decía:
 
“La Misión Aeronáutica Militar Italiana en la Argentina, sumamente honrada, envía en el día de hoy a uno de sus pilotos, para llevar a V.E. y por su intermedio al pueblo, ejército de tierra, mar y aire de la gran nación hermana, un reverente y afectuoso saludo, haciendo votos para que la nueva era de paz que se inicia, sea de confraternidad y resultado práctico para los pueblos de América, bajo la égida simbólica del Cristo Redentor de Los Andes”
 
Era el primer saludo internacional que llegaba desde una nación hermana vía aérea y un joven piloto italiano había servido como enlace para llevar a feliz término esta misión. Locatelli regresó a Buenos Aires en vuelo directo el día 5 de agosto, despegando desde El Bosque a las 07:15 horas, dirigiéndose a Valparaíso, sobre cuya ciudad viró rectamente hacia el Aconcagua, aterrizando sin escalas en la Base Aérea El Palomar a las 15:40 horas. Había unido por primera vez ambas capitales en un vuelo de 7 horas con treinta minutos. 
 
En esta oportunidad el piloto también llevó una saca con correo para Buenos Aires, en cuyo exterior podía leerse “VIA AEREA Nº 1 Atención del Teniente Sr. Locatelli”. Entre las cartas iba la respuesta del Presidente Sanfuentes al barón Antonio de Marchi, titular de la Misión Italiana, concebida en los siguientes términos: 
 
“He recibido con profunda satisfacción el mensaje que la Misión Aeronáutica Militar Italiana en la Argentina confió a las intrépidas manos de uno de sus más brillantes voladores. El pueblo y ejército chilenos agradecen cordialmente ese saludo y felicitan a la Misión y su digno jefe por el triunfo del piloto Locatelli, que agrega su nombre a la historia de las comunicaciones aéreas chileno-argentinas, recién iniciadas para la más completa vinculación de los dos pueblos hermanos, estrechamente unidos a la simbólica sombra protectora del Cristo Redentor”
 
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Con este Correo Aéreo Internacional intercambiado en ambos sentidos entre los Correos de Chile y Argentina, termina este período de proyectos y realizaciones de Correo Aéreo. Pero será la década del ’20 cuando recién se establecerá en Chile un Correo Aéreo regular, en el que intervendrá directamente el Estado dando las concesiones respectivas.  
 
VEHÍCULOS FRANCESES PARA CORREO AÉREO  
 
En diciembre de 1919, arribaba a Valparaíso una misión francesa de aviación con un cargamento de camiones desarmados, destinados a cumplir una misión desconocida en el país. Habían sido concebidos como coches correo, con una cómoda cabina para recibir giros, encomiendas delicadas y habilitados para expendio de estampillas especiales de aviación. 
 
La prensa destacaba en sus publicaciones sobre estos extraños vehículos, que cuando se inaugurara el servicio de aviación postal en Chile, funcionarían estos autos portadores de correspondencia. Eran estos coches de gran potencia y velocidad, similares a los usados por una empresa francesa en París, para movilizar tropas a los campos de batalla. Luego de su exposición, los coches siguieron su ruta buscando mejores aleros para desempeñar su misión en otros países donde hubiera mayor interés por desarrollar la aviación, donde estos vehículos tendrían un papel de apoyo entre el correo y el avión.
 
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BIBLIOGRAFIA:
– Caballeros del Aire Austral 1914-1964 Sergio Millar Soto, 1994 
– El Correo Aéreo Transandino, Augusto Victor Bousquet, 1985 
– Historia Aeronáutica de Chile, Enrique Flores Alvarez, 1950 
– La Primera Víctima, Claudio de Alas, 1913 
– El Mercurio, diario, 1918 y 1919 
– El Llanquihue, Diario, diciembre 1916 
– Revista Auto y Aero, 1919 – Revista Sucesos, 1919 
– Chile Filatélico Nros. 163 y 164, 1966 
Zig-Zag, Revista, diversos años.

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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