Atentado contra la belleza y gracia femeninas.
Naturalmente la mujer desde tiempos inmemoriales necesitó llevar consigo algunos utensilios, ya para su propio confort, o como elementos para compartir con su familia durante un viaje.
De aquello han quedado muchos recuerdos en grabados u obras de arte, o por la preservación de algunos elementos de esta naturaleza.
El bolso fue usado desde la Edad Media y se llevaba colgado al cinturón mediante correas, cintas o cadenas de oro.
En nuestro país, a principios del siglo XX las damas llevaban una cartera pequeña, donde preferentemente tenían cabida el espejo, el devocionario y el rosario; aunque de preferencia las manos iban ocupadas con la sombrilla en primavera y verano, o con el abanico, que tanto servía para espantar el calor, como a las niñas casaderas para esbozar galantes coqueteos a sus admiradores. En invierno estuvo de moda el “manguito” de piel, que cubría las manos en los días más helados.
A mediados del siglo XX la cartera de dama, junto con aumentar su tamaño, va adquiriendo mayor capacidad y ya no sólo es el rosario lo que puede albergar, sino que se convierte en una aliada de la mujer madre y trabajadora al recibir contenido a veces inverosímil, como pequeños contenedores de comida, elementos de toilette, monedero, e incluso cigarrillos.
A fines del siglo pasado, un elemento que no se había visto circular en el comercio, impulsado por su uso en algunos países orientales, comienza a hacerse indispensable entre hombres y mujeres. Es la mochila, que de las manos traslada a la espalda cualquier elemento que sea necesario llevar al trabajo, a la escuela o simplemente de viaje.
Así es como las damas de pantalón y parka en el invierno, están invadiendo el paisaje con este elemento disociador de la sutileza y la gracia femenina; porque ya no sólo son pequeñas mochilas las que van a la espalda. Su tamaño a veces realmente excede las medidas de lo que cualquier hermosa dama debiera llevar como distinción. A no olvidar que la carga en sacos para los hombres, ha disminuido en los últimos años a solamente 25 kilos.
No estamos en contra de que la mujer participe en cualquier tipo de trabajo, pero esta invasión es demasiado. Déjennos a nosotros transportar las cargas mayores y por lo menos dennos algún espacio para admirar la belleza y gracia natural, que siempre debe distinguir a la mujer.
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