Escribe: ALEJANDRO WITKER
Historiador
En Las últimas encuestas, Carabineros alcanza una gran estimación en la sociedad en contraste con la persistente campaña de desprestigio que durante años grupos extremistas han desatado en su contra. Como se sabe, de acuerdo a la teoría que anima a esos grupos, el Estado no es visto como la nación jurídicamente organizada sino como “el Estado mayor de la clase dominante” y, las policías junto a las Fuerzas Armadas como los “perros guardianes del Estado burgués”.
En efecto, a la policía corresponde mantener el orden público visto como conquista civilizatoria de la sociedad y, por lo tanto, con el monopolio de la fuerza para exigir el cumplimiento de las leyes. Por esta razón, se ha enfilado en su contra una ofensiva ideológica que se vio reflejada en la Convención Constituyente, donde se intentó refundar Carabineros y PDI para convertirla en dependencias municipales sometidas al control político. La estrategia es clara: despejar el camino para la toma del poder.
Por fortuna, la mayoría silenciosa mandó a parar el 4 de septiembre y rechazó de manera categórica la idea de refundar la República para convertirla en una de esas “democracias populares” donde minorías totalitarias se eternizan en el poder.
Todos los días vemos en la televisión y escuchamos en radio cómo Carabineros se la juega frente a la delincuencia y al crimen organizado. Recientemente, un Carabinero que andaba de civil junto a su esposa en un centro comercial sacó su pistola y enfrentó temerariamente a una banda de 10 delincuentes que pretendieron asaltar ese establecimiento. Gracias a su coraje y compromiso institucional impidió el asalto. Los medios informativos señalaron el hecho, pero estuvieron lejos de convertirlo en lo que me decían: un verdadero héroe social.
Valoración merecida que contrasta con los diputados que negaron sus votos a ley para protegerlos.
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Artículo publicado también en el Diario La Discusión, Chillán, 15-II-2023