Rafaelito Peña Carrillo, famoso bandido fusilado en la plaza de Trayenko fue rescatado por la imaginería popular y hoy, convertido en un héroe vengador, su figura es venerada por muchos.

Cuando Traiguén aún era Trayenko, la plaza un solar con robles recién alzándose hacia el cielo y las frías madrugadas de invierno parecían juntarse alrededor del fogón apagado, el estampido de cuatro balazos despertó a los vecinos que recién comprendieron que las andanzas del temido Indio Peña habían llegado a su fin.
Esa mañana del 16 de julio de 1924, con el cielo oscuro todavía, el capitán de los Trizano dio la orden de fuego y el bandolero Rafael Peña Carrillo caía con el corazón reventado por los disparos de las carabinas.
Sólo fueron cuatro fusileros, según consigna “El Colono” de aquella semana, porque la mayoría de los Trizano se encontraban tras otros cuatreros que asolaban Malleco. Rafael Peña había sido capturado el día anterior y tras un rápido juicio el capitán decidió su ejecución antes del amanecer.
Allí terminaron las correrías del bandido cuyo cuerpo permaneció colgado de los pies durante todo el día para escarmiento de los bandoleros de la época, pero allí también comenzó la leyenda que convirtió la imagen de “Rafaelito” en una animita milagrosa que hasta el día de hoy concede hasta los más imposibles favores.
De su muerte oficial en los libros de inscripción del cementerio de Traiguén no existe registro, ni mucho menos de su origen, ventaja que aprovechó el fervor popular para imaginar historias de magia, como la que lo puso a cabalgar hasta mucho tiempo después de su muerte buscando venganza. Se le veía aparecer con su poncho de castilla al viento, confundido entre las sombras de la noche o bajo la espesa lluvia. Al día siguiente, sólo se podía observar un caballo solitario en las lomas del Chumay al que nadie jamás pudo echar lazo.
Así, el miedo arrastró su poncho por las afiladas calles de Traiguén. Un galope lejano producía un tétrico eco en el corazón de los patrones, capataces y peones. Nadie recuerda cuándo el Negro Peña se recogió por fin al sueño eterno y regresó nada más que para protagonizar los Cuentos Negros de Tadeo Luna en el desaparecido diario El Renacer de Angol.
Murió joven, a la edad de Cristo, y quizás eso fue lo que dio inicio a la leyenda. Al atardecer del 16 de julio su cuerpo fue piadosamente descolgado de un robusto roble y depositado en una fosa común, desde la que años más tarde fue sacado para descansar en una modesta sepultura.
Juntando por aquí y por allá, diversas versiones que se han venido transmitiendo oralmente, dan cuenta de que el Indio Peña nació en Hueñalihuén. Su padre, Nemesio Peña Schmith, había heredado de su madre la ambición y no conforme con dos mil hectáreas en el sector de Lobería, pagó a un cacique dos garrafas de aguardiente por su hermosa hija a la que violó a los quince años. Tras parir y abandonar a su niño en la puerta de la casa del patrón, la princesa se lanzó al mar desde los roqueríos de Casa de Piedra.
¿ Quién era Rafaelito Peña Carrillo?
Criado por el terrateniente, el niño Rafael creció siendo testigo de cómo los peones de su padre sumergían a los mapuches en aceite de lobo hirviendo en gigantescas olletas de fierro. “Para que escarmienten, estos indios alzados”, decía el patrón, y luego exhibía los puros huesitos a los aterrorizados niños.
De su verdadero origen, Rafael Peña lo supo de joven y su primera víctima fue su propio padre, muerto con el pecho abierto de un escopetazo.
Ese fue el comienzo de una larga lista de crímenes del que cada vez quedaba como único vestigio el cuerpo de un amo con un disparo en el pecho, o un mayordomo que era sorprendido corriendo los cercos y su cuerpo volvía amarrado sobre su caballo. Nadie que no tuviera su conciencia limpia podía sentirse seguro ante la amenaza siniestra que surgía en cualquier recodo de la noche, hasta que cayó en poder de los Trizano.
Se cuenta que las primeras velas en su tumba fueron colocadas por una viuda cuyo hombre murió bajo el látigo de un patrón abusivo, el mismo que fue encontrado con la marca inconfundible de Peña: el pecho abierto de un escopetazo.
Esta, quizás, fue la primera gracia concedida por Rafael Peña Carrillo, a la que siguieron miles que los fieles retribuyen con permanentes flores y velas encendidas.
Familias enteras viajan desde los lugares más apartado a agradecer a “San Rafaelito” por algún favor concedido, y es así como hoy, como todos los años, en el Día de Todos Los Santos, su tumba será la más iluminada del Cementerio de Traiguén.