Hemos recibido dos cuentos de nuestra amiga Lidia Cristina Lacava, escritora y artista visual de la hermana ciudad de Neuquén, Argentina quien a fines del pasado año fuera distinguida junto a otras damas con el premio «Lola Mora», por su aporte a las letras neuquinas (acá diríamos neuqueninas).
El premio Lola Mora es un reconocimiento a la trayectoria de las mujeres que, a través de su quehacer artístico y cultural, dejaron su impronta en la cultura de la provincia del Neuquén. La iniciativa surgió en el 2010 y desde entonces diversas mujeres destacadas de la cultura neuquina han recibido el reconocimiento de la Legislatura provincial mediante la entrega del galardón ‘Lola Mora’, que el pasado año se entregó por octava vez.
Desde nuestra página felicitamos a nuestra gentil colaboradora y le deseamos que siga conquistando galardones por la senda de las letras. Precisamente nos ha enviado estos cuentos «Las letras» y «Salmo 142:7»:
LAS LETRAS
Arrojó las letras impresas en pequeñas tablas.
-No sé qué hacer. Debo definir el destino de la batalla, pero no acierto a ordenar los caracteres para lograr nuestra victoria.
-Podría signar con ellas la enfermedad del ejército enemigo. Pero sus enfermos podrían contagiar a nuestros hombres.
-Quizás si planifico la ruptura de algún puente que derive en un desbande generalizado…
Podría producir una gran tormenta, que diezmara a la tropa. O tal vez , un terremoto podría abrir una grieta que fagocitara al grueso del ejército.
Transcurrieron las horas y el “gestor de hechos” recogió las letras y las amontonó sobre la mesa. Las miró largamente.
Luego, con total impulso las arrojó al fuego.
Enormes incendios devastaron las ya confundidas fuerzas. El fuego no distinguió a los adversarios, calcinándolos por igual. El paisaje desapareció.
A la jornada siguiente, sólo cabras pastaban en la desierta meseta.
El “Hacedor de hechos” tampoco fue encontrado.
SALMO 142:7
“Líbrame de los que me persiguen porque son más fuertes que yo”
He venido a este desierto, en busca de la paz que mi constante tribulación impide.
Tu grandeza me ciega, pero este páramo de augustas soledades se asemeja a mi alma desamparada y solitaria.
ÉL vino a buscarme. Si hasta creí que me condujo hasta aquí para enfrentarme a mis debilidades. Porque las tengo. ”Hombre soy y nada de este mundo me es ajeno”.
ÉL desplegó ante mí sus más hermosas galas. Sus banquetes, adornados por la concupiscencia de sus legiones ávidas de insana lujuria, giraron interminablemente en mi torno, invitándome al vértigo. Sus manjares y sus vinos hacían estremecer mi cuerpo devastado por el hambre y la sed.
ÉL hurgó en mi alma y profirió las más dulces palabras que mis oídos pudieran escuchar.
Me sentí rodeado, triste, confuso, pesaroso. Deseé no escuchar. Huir era mi quimera. Pedí tu auxilio. PADRE AMADO, me liberaste. Estoy contigo . Iré a donde me lleves.
Hoy, sigo el camino del crucificado. El dolor que me envías lo recibo con paz en el corazón. Puedo vencer el sufrimiento, como lo vencí a ÉL.
Después de todo, ÉL también es mi hermano y tú pareces haberlo abandonado.
Soy tu Elegido. Aprendí a perdonarlo.