Reeditan libro «Poesía a dos manos» de Lidia Lacava y Orlando Pacheco

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DE LA CASA DE LATA A LA CASA DE CRISTAL

Comenta: Eugenia Toledo Keyser
Apareció la segunda edición del libro titulado POESIA A DOS MANOS (Ediciones Independientes Rubén Sada, Quilmes oeste, Buenos Aires,Argentina, 2012), escrito por Lidia Cristina Lacava, profesora argentina de Filosofía y Orlando Pacheco Acuña, grabador y poeta de la región chilena de la Araucanía.
Es un libro de 79 páginas bastante completo, con Presentación, prólogo de Roberto Calamita, fotografías de la pintora Trinidad Álvarez, diseño gráfico Gabriela Magliotto y un corto glosario de vocabulario autóctono.
Aunque está escrito a DOS manos, y no a cuatro, consta de TRES ESTANCIAS que dividen el texto, pero que en realidad lo complementan, porque desarrollan una temática que va presentándose en forma gradual.
No es un libro-collage tampoco, es decir, con versos de cada autor escritos al azar, Lacava escribe con tipo de letra Cambria y Pacheco en cursiva, sino al contrario, en él todo se ve bien pensado y nada es antojadizo. Los dos autores en cada poema usan técnicas diferentes para estructurar los poemas: Algunos siguen una secuencia armoniosa alternando versos (como en “Poeta”); otros, escritos en igual forma, pero en prosa (“Concilio”); los menos con intervenciones mínimas de parte de uno de los poetas (“Un sabor”), y otros poemas independientes, escritos enteramente por cada uno de ellos, pero abordando un mismo tema(“Libertad”).
Argentina y Chile se unen aquí en amistad poética para hablar de lo que tienen en común estos dos poetas: sus orígenes, su naturaleza sureña, los sufrimientos históricos semejantes y diferentes, lo temporal, el ir y venir de los inmigrantes entre estos dos países, el recolectar frutas, acarrear ovejas o escapar una persecución física por razones ideológicas de un país a otro, como lo hizo Neruda, y en el medio de todo, la cordillera que no miran como frontera o límite, sino como presencia positiva, recreadora, potencial de paisajes y encuentro o concilio.
La Primera Estancia es una llamada al Encuentro de las cosas que le interesan a los poetas, a saber, la palabra, el decir, la casa, el camino o el tópico del viajar, la traslación, el entrar y salir con el objeto de conseguir un mañana mejor. Cada poeta quiere conocer la “casa” del otro. El poema “Destino” es uno de los que más intensifica esta exploración. Pacheco dice: En las entradas y salidas /algo marca al pasar. /Cada uno viaja  Y luego Lacava contesta: Tenues hijos entretejen / de día y de noche los hados /Cada destino sorprende.
En la Segunda Estancia sucede el encuentro o la unión y la exploración. Hablan ambos del valor del estar, del silencio, de la invitación a la naturaleza, a los sabores que laten en las manos y por sobre todo, a la unión con lo ecológico, lo verde de esta zona sureña.
El poema “Plantar una siesta” de Orlando es un canto de amor a nuestra flora más auténtica, naturaleza a la que el poeta abraza como si fuera un cuerpo de mujer que lo transporta primero al éxtasis y, finalmente, se lo lleva, porque es como una sirena que lo llama. Es un poema prístino, lleno de exquisiteces simples, como otros poemas que he leído de Orlando. Y lo mismo consigue con el poema “Orillar” que habla del cerro de Temuco. Lidia en cambio se acerca al cerro Ñielol con una profusión de exclamaciones admirativas sobre estos “pulmones verdes” que quedan en medio de la ciudad de Temuco, en la búsqueda del regazo del cerro y de sus secretos escondidos tras la niebla de que éste se rodea a veces y que intensifica su misterio. Lidia Lacava parece mucho más influenciada en su poesía por la filosofía y la estética y por eso su escribir me recuerda ciertos poemas del Siglo XVI español, sin duda fruto de sus lecturas y conocimientos. Pacheco se queda en la tierra, Lacava vuela en las alturas paz y a la cordillera. “En lo alto” es un poema que hay que citar.
Lidia Cristina Lacavabn
Poetisa Lidia Lacava

La Tercera Estancia es un llamado a la Hermandad, al concilio, a la Lacava expresa: Las burbujas del sueño /…/sobre las cumbres nevadas. /
Algún cóndor las miró con asombro /Eran emanaciones de armonioso concilio…Pacheco contesta en la siguiente estrofa y termina: Todo va al estero en donde se refleja la figura / del Rey de los Andes. /El manque domina. /Es normal tanto concilio.

Y finalmente, de esta última Estancia sólo cito dos poemas que me producen mucha emoción, porque hablan de un tema favorito mío, la metáfora de la casa. Me refiero al tema eterno de Gastón Bachelard, el lugar de origen, el lugar primero, la luz en la ventana, el hogar, el espacio propio. “Casa de Cristal” de Lidia Lacava es un espacio interior de luz, laberíntico, de manantiales, aves y paz. Su casa se ve desde lejos y a ella llegan a descansar los viajeros que después de estar ahí no quieren irse.
En cambio, la “Casa de Lata” de Orlando Pacheco es su república, su tierra, el origen. Y aunque la ubica geográficamente entre lagos, nevados, volcanes, montes, es decir en un lugar mítico específico, probablemente entre los montes de Curarrehue, lanza una queja poética, muy terrenal, a su país, porque esta casa de lata es muy sencilla. Entonces el poeta escribe: casa de Lata hay en muchos lugares.  En las riberas de los ríos,  a un costado de la vía férrea, en los miles de campamentos, en las poblaciones, en las villas, en…en…
Y aquí termino con mi reseña. Los exhorto a leer este esfuerzo, este acto estético, casi místico y contemporáneo, experimental y solidario, intento de comunión de lenguaje e ideas. Veamos lo que se puede con el hacer y el decir.

Héctor Alarcón Carrasco

Escritor e investigador. Especialista en Historia Aeronáutica y Ferroviaria. Autor de diversos libros.

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